lunes, 7 de abril de 2014

Francia: El desastre de Solférino

 

FREJUS, UNA VICTORIA PARA EL FN

 

Hugo Moreno · · · · ·

06/04/14

 

El don de encender la chispa de la esperanza sólo corresponde al historiador convencido de que ni los muertos estarán seguros ante el enemigo si es que éste vence. Y ese enemigo no ha cesado de vencer.

Walter Benjamin, Sobre el concepto de historia, tesis VI.

Las elecciones municipales del 23 y 30 de marzo han sido un desastre para el gobierno de François Hollande y el Partido Socialista. Aunque siempre la prudencia es buena consejera, este desastre anunciado permite poner de relieve algunos aspectos importantes sobre la coyuntura política y social francesa.

En primer lugar, la derrota del PS no tiene nada de sorprendente. En veintidós meses de ejercicio del poder, entre mayo de 2012 y marzo de 2014, los “solferinos” [1] acumularon innumerables insatisfacciones y decepciones. Su base electoral – esencialmente un sector de las clases medias - votó por Hollande sin mayores ilusiones para poner fin al “reinado” de Nicolas Sarkozy. Las pocas que podían conservarse se disiparon rápidamente. Ahora, este electorado de izquierda ha castigado duramente al gobierno y a François Hollande en particular.

Las tímidas promesas de la campaña presidencial, centradas en poner coto al desempleo y una distribución más equitativa de la riqueza, favorables a las capas trabajadoras, no se concretaron. [2] Al contrario, el desempleo siguió creciendo, asi como el nivel de vida y el deterioro de las condiciones económicas y sociales de las clases trabajadores. El gobierno Hollande-Ayrault apareció como una continuidad de la política de austeridad de Sarkozy, al compás de las directivas orquestadas en Bruselas y Berlín. El gobierno “socialista” se mostró insensible ante los graves problemas que golpean la economía y la sociedad francesa, así como hacen estragos en varios países de la Unión Europea.

En el plano internacional, por otra parte, la política exterior de Francia acentuó el sometimiento a la estrategia de Estados Unidos, cuando no esbozada por su propia cuenta, como las dudosas intervenciones militares en países africanos otrora bajo dominación colonial francesa (Mali, Centroafrica).

En este contexto, las fronteras entre “izquierda” y “derecha” se desdibujaron, contribuyendo al desencanto y a la generalización del fatídico “son todos iguales”. Las contorsiones del funambulista sobre la cuerda floja tenían un límite y un plazo fijo. Se terminaron, evidentemente.

No hubo ningún “giro a la derecha” del gobierno socialista. Hollande y su equipo gubernamental llevaron una línea consecuente : aquella del PS convertido en un partido social-liberal al estilo Tony Blair. No es una novedad, pues. En todo caso, si “giro” hubo, éste comenzó hace tiempo, y no hay que descontar que el reciente desastre no empuje aún más a la derechización de un equipo – el de Solférino – librado a su propia suerte. En todo caso, no resulta difícil descubrir su fondo programático y político : la aceptación de la Europa neoliberal, tal como ésta se estructuró desde Maastrich hasta el tratado de Lisboa.

¿Cómo extrañarse, pues, por los resultados de las recientes elecciones y la fuerte abstención del electorado ?

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La política de Hollande y su primer ministro, Jean-Marc Ayrault, así como la dirección del PS – los “Solferinos” - condujeron a un callejón sin salida. Son los responsables de su propia derrota. Buena parte de los electores que votaron Hollande en mayo de 2012, optaron esta vez por quedarse en sus casas. Eso explica la fuerte abstención en el primer turno : 36,5 % - la mayor desde 1959 - confirmada por el 36,3 % una semana después. Quedó abierta, así, una oportunidad inesperada para la derecha que se debatía en sus conflictos y querellas internas, incluídos los numerosos affaires judiciales en curso. Finalmente, la UMP y sus aliados centristas resultaron los grandes ganadores, así como la extrema derecha del Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen.

En efecto, el FN logró imponer su presencia en varias ciudades y numerosos municipios, perfilándose como una tercera fuerza entre la UMP y el PS (aunque no lo sea a nivel nacional). Si se tiene en cuenta que sus electores provienen de las capas populares, obreros y jóvenes, es un dato harto significativo del actual panorama social y político. La gran victoria del FN ha sido, en buena medida, la “desdiabolización” de su propia historia. Apareció como un partido “como los otros”, ganando respetabilidad, limando sus aspectos más negativos, neutralizando incluso a los neofascistas en su seno. Que existen - pues sí, claro – pero marginados por un aparato controlado por Marine Le Pen. La derecha tradicional y la mayoría de los medios de comunicación, dicho sea de paso, aportaron agua a ese molino, como es sabido.

El discurso de Marine Le Pen, demagógico y vacío de contenido, logró impactar agregando a la denuncia tradicional sobre la inseguridad y la estigmatización del “extranjero”, los estragos de la Europa liberal y la pérdida de la soberanía nacional, responsable, según ella, de todos los males. Logró así reflejar aspiraciones sociales e identitarias en un país atomizado social, política y moralmente. Por cierto, denunciar al FN - heredero de las peores tradiciones de la derecha francesa - como “fascista”, no ayuda a comprender este fenómeno singular, ni actualmente ni en su dimensión histórica. En consecuencia, menos aún a combatirlo. Ya avanzado el tercer milenio, los años 30 del siglo pasado tienen poco que ver con la realidad, aunque a veces se perciban olores nauseabundos semejantes, cuando el nacionalismo, la xenofobia y el racismo ganan terreno en una sociedad fragilizada y sin brújula alguna.

* * *

En estas elecciones municipales la izquierda sufrió un verdadero desastre. Perdió concretamente un tercio (30 %) de las ciudades de más de 10.000 habitantes; 38,5 % de más de 30.000 habitantes y 35,4 % de más de 100.000. Sin embargo, logró conservar 349, en total, y algunas entre las más importantes de Francia. En concreto, el PS obtuvo 210, PCF-Frente de Izquierda 56, diversas izquierdas 70, Partido Radical de Izquierda 7, Ecologistas 6. Los socialistas (y sus aliados) lograron también conservar holgadamente la Alcaldía de París y de buena parte de sus barrios, que es mucho decir, con la elección de Anne Hidalgo y una mayoría de consejeros municipales. Hay que destacar, al mismo tiempo, la victoria de la izquierda en Grenoble, donde una alianza entre ecologistas, socialistas disidentes y el Frente de Izquierda, logró imponerse frente a la candidatura investida oficialmente por el PS. Victoria significativa, quizá una pista ejemplar para la recomposición de una fuerza política realmente de izquierda.

Por su parte, la derecha (UMP, UDI-Modem y diversos) ganó 572 ciudades (320 en manos de la UMP), poniéndose al frente de una mayoría de grandes ciudades, incluída Limoges donde la izquierda estaba implantada desde 1912. El resultado final, pues, se tradujo por una izquierda que perdió 151 ciudades, mientras la UMP recuperó 142. La diferencia es notable, en detrimento del PS y de François Hollande.

Hay que agregar el importante éxito del Frente Nacional, el partido xenófobo y racista de Marine Le Pen. Este logró imponerse en ocho ciudades que sumadas a las tres afines de la Liga del Sur y al sector VII de Marsella (zona Norte con 150.000 habitantes, el equivalente de una gran ciudad), da como resultado doce ciudades de más de 10.000 habitantes que serán administradas por alcaldes de extrema derecha, incluídas dos importantes como Béziers (72.000 habitantes) y Fréjus (52.000). La victoria del candidato FN, Steeve Briois, en Hénin-Beaumont (Norte), que se impuso en el primer turno con más del 50 % de votos, resulta por otra parte simbólica : Hénin-Beaumont, en el corazón de la devastada región minera del Norte, fue baluarte del movimiento obrero y de la izquierda durante un siglo, nada menos.

Lejos estamos, empero, del “Miedo sobre las ciudades” que ocupó la primera página de Libération el 24 de marzo. La tentativa de generar un reflejo favorable al “pacto republicano” no funcionó. En primer lugar, la UMP se opuso abiertamente con el famoso “ni-ni” de los tiempos de Sarkozy. Los electores de izquierda, por su parte, evitaron la trampa del mal menor, como aquella del 21 de abril 2002, que se tradujo por la reelección de Jacques Chirac, confrontado inesperadamente a Jean-Marie Le Pen, en detrimento del socialista Lionel Jospin. [3]

Minimizar la importancia del FN en el Norte, Este y Gran Sur de Francia, sería un grave error. Pero conviene también relativizar esta victoria. El FN con las alcaldías ganadas y alrededor de 1400 consejeros municipales, no logró crear una dinámica mayor. Se impuso en varias ciudades con un porcentaje superior al 30 %, en zonas de influencia privilegiada, pero la audiencia nacional no superó el 8,7 % del total. Por ahora, pues, es solo un peligro en ciernes. Peligro real, aunque conviene incluir también la derechización de una mayoría social y la “lepenización” de la derecha republicana tradicional. A menudo, y a pesar del discurso de sus principales dirigentes, la UMP en las municipales no vaciló en la alianza con el FN.

Para las izquierdas, como siempre, es fundamental la identificación clara del enemigo. La historia de la lucha de clases está jalonada de experiencias en este sentido. Pues solo haciendo un buen diagnóstico político y social se puede elaborar una respuesta a los desafíos de cada tiempo. En Francia, no hay duda que ésto pasa por contener la atomización social y la desmoralización política, caldo de cultivo donde germinan los más aberrantes proyectos. O sea, retomar la ofensiva para reganar el terreno perdido en la batalla cultural y política. No hay recetas que aseguren el éxito de antemano. Pero la reconstrucción de una izquierda alternativa, unitaria y plural, basada claramente en el rechazo del modelo neoliberal – el cual ha demostrado contundentemente su fracaso – pasa por este momento crucial. Se perfila como tarea imperativa, al menos si se quiere evitar una derrota de dimensiones y consecuencias mayores y tal vez permanentes

Repito para aclarar: una derrota de dimensiones mayores y consecuencias tal vez permanentes. La cual, por cierto, no concierne solo a Francia, sino al conjunto de las clases trabajadoras de Europa.

FUENTE SIN PERMISO

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