lunes, 29 de abril de 2013

ÁNGELA MERKEL CONTRA EL PROYECTO UE



Angela Merkel se está cargando Europa

Según el último Eurobarómetro, han dejado de creer en la UE el 53 % de los italianos, el 56 % de los franceses, el 59 % de los alemanes, el 69 % de los británicos y el 72 % de los españoles.
Carlos Elordi


29/04/2013 - 19:57h
Hollande y Merkel aprovechan el Francia-Alemania para preparar la cumbre de la UE

El presidente francés, François Hollande, y la canciller alemana, Angela Merkel. / Efe

Angela Merkel es “la canciller de la austeridad” y  su actitud se caracteriza por una “intransigencia egoísta”. Decenas de millones de europeos están convencidos de eso. Pero cuando esas ideas figuran expresamente en el texto preparatorio de la conferencia nacional que el Partido Socialista Francés celebrará el próximo mes de junio, el asunto adquiere relevancia política continental. Esa declaración marca, hasta el momento, el punto más alto de la degradación profunda que está sufriendo el proyecto europeo, que cada nuevo sondeo confirma y amplía: según el último Eurobarómetro, dos de cada tres ciudadanos de la UE han dejado de confiar en la Unión.
Para gran disgusto de los responsables del PSF, el texto antes citado fue filtrado por alguno de ellos a la prensa. Horas después, el presidente de la Asamblea Nacional, el socialista Claude Bartolome, elevaba aún más su tono y proponía que Francia abordara directamente esas cuestiones en un “careo” con Alemania. Y aunque varios ministros del Gobierno galo han tratado de restar importancia a unas y otras declaraciones, parece ser que Berlín no se las han tomado precisamente bien.
Fuentes periodísticas francesas aseguran que Angela Merkel ha pedido explicaciones a François Hollande. El diario económico Handelsblatt, próximo al centroderecha, ha escrito: “El partido socialista que está en el poder en Francia ha hecho un descubrimiento sensacional: que Alemania es culpable de todo. Sus opiniones sobre la señora Merkel son una manifestación de la división y del pánico que reinan en el PSF. Lo único que les une es que la canciller alemana es su enemigo común”.
Para el Suddeutsche Zeitung, de centroizquierda, los ataques se explican en la perspectiva de las elecciones de este otoño. “El 22 de septiembre los alemanes no sólo votarán por la composición de su parlamento, sino también por la suerte de otros muchos países. Europa quiere entrar en la campaña electoral alemana. Pero los sondeos muestran que tanto en España como en Alemania la mayoría de la gente cree que su propia clase política es la responsable de la crisis”.
Seguramente la polémica quedará en breve apagada por algún gesto de amistad que acordarán los líderes políticos de ambos países. Pero muy probablemente resurgirá en la conferencia del Partido Socialista Francés, en el que, al igual que la derecha gala, existe desde hace bastante tiempo una corriente crítica con la política oficial de entendimiento sin límites entre Alemania y Francia, que es la base de todo el proyecto europeo.
La crisis está agudizando y reforzando esas posiciones. El paro –que en marzo registró un récord histórico, alcanzando a 5,7 millones de personas, en sus distintas gradaciones– está hundiendo la presidencia de François Hollande. Y Angela Merkel sigue haciendo oídos sordos a sus reiteradas peticiones de que la UE cambie de política económica, relaje la austeridad y tome medidas para promover el crecimiento. En esas condiciones, el discurso europeísta clásico suena cada vez más a vacío, si no a falso, y Hollande corre el riesgo de que dentro de su propio partido surja una fuerte contestación al mismo.
Algunas firmas alemanas de peso han manifestado su preocupación porque la crisis y la actitud de Berlín estén configurando un panorama europeo en el que de nuevo, y como en los peores momentos del siglo XX, Alemania se está quedando sola y frente a todos en Europa. Pero esas opiniones no parecen conmover a Angela Merkel que, además, sabe que sus mayores rivales electorales, los socialdemócratas y los verdes, así como los principales medios de comunicación, comparten su política europea.
Tampoco la protesta que se está produciendo en Alemania mismo contra una austeridad salarial que dura casi una década parece estar afectando a la canciller. El lunes pasado no despegó un solo avión de Lufthansa por la huelga del personal de tierra, que exige una subida del 5,2 %. Los trabajadores de correos –que piden un 6 %- prosiguen su huelga intermitente. Y esta semana pararán los trabajadores del metal para apoyar su reivindicación del 5,5 %. Y es que ceder en esos conflictos podría conducir a una elevación generalizada de los salarios. Y si el porcentaje de la misma estuviera en el entorno del 5 %, su impacto macroeconómico supondría, de hecho, una ruptura, parcial pero no desdeñable, del rigor que Berlín se empeña en imponer a toda Europa.
A pesar de unas y otras cosas, la popularidad de Angela Merkel entre los votantes alemanes sigue altísima. Pero se hunde cada vez en el resto de Europa, con excepciones muy puntuales. Y con ella, la del proyecto europeo. Hace cinco años ni un solo país de la UE, ni siquiera la siempre euroescéptica Gran Bretaña, registraba más de un 50 % de votantes hostiles a la Unión Europea y la mayoría la apoyaban con fuerza en todos ellos.
En la actualidad, y según el último Eurobarómetro, han dejado de creer en la UE el 53 % de los italianos, el 56 % de los franceses, el 59 % de los alemanes, el 69 % de los británicos y el 72 % de los españoles. Y los resultados de las elecciones italianas de febrero no hicieron sino agravar esos datos: casi dos de cada tres italianos apoyaron a partidos en cuyos programas figuraban denuncias radicales de la política europea o incluso propuestas de alejamiento de la UE.
A los líderes y a los miembros de la inmensa y costosísima estructura política que en cada una de las naciones y en Bruselas sostiene la UE, esas opiniones mayoritarias parecen importarles muy poco. Siguen actuando como si no existieran. Pero esa actitud tiene un límite. Y la realidad puede explotar el día menos pensado. 


Carlos Elordi

Carlos Elordi

    Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

    martes, 23 de abril de 2013

    Comparación del desempleo durante la Gran Depresión y la Gran Recesión

     

    CIUDADANOS CONTRA EL PARO

    William K. Black

    21/04/13

    Como punto de partida para cualquier intento de comparar el desempleo durante la Gran Depresión y la Gran Recesión es útil leer el articulo de enero de 1988 “El desempleo de entre-guerras en la Perspectiva Internacional” de Barry Eichengreen y Tim Hatton.

    Es util empezar reconociendo tres advertencias relacionadas que hacen los autores en ese texto. En primer lugar, el uso moderno del termino “desempleo” (gente dispuesta y capaz de trabajar, pero que no pueden encontrar un trabajo acorde con su cualificación como trabajador) no era común hasta las décadas anteriores a la Gran Depresión. El supuesto anterior era que la gente estaba desempleada porque eran perezosos. Había poca comprensión de los ciclos económicos o de las consecuencias de una demanda inadecuada, poca simpatía por los desempleados y no se entendía que las empresas y gobiernos eran los principales responsables de esos niveles de desempleo. Esto significaba que guardar un registro de datos sobre el desempleo no era asunto de los gobiernos. Los datos sobre desempleo en Europa fueron recolectados mayoritariamente por los sindicatos de trabajadores.

    En segundo lugar, esto significa que los datos sobre desempleo durante la Gran Depresión son, generalmente, excepcionalmente pobres y, si se comparan con otros países en ese mismo periodo, aun peores. Por lo que nuestra habilidad para comparar los datos de desempleo de hoy en día con los de la Gran Depresión esta sujeta a errores.

    En tercer lugar, los datos sobre el desempleo durante la Gran Depresión a menudo están altamente sesgados, debido a la forma como se reunieron y la naturaleza de la Gran Depresión. En Europa y en los EE.UU. la Gran Depresión fue principalmente una depresión industrial y los sindicatos en la industria eran mucho más propensos a recoger datos sobre el desempleo en el sector industrial. Esto significa que los datos sobre las tasas de desempleo durante la Gran Depresión en los EE.UU. y Europa probablemente incidan sobre los mismos datos generales económicos de desempleo. Los estudiosos citan las conclusiones de los investigadores, sugiriendo exageraciones en la tasa general de desempleo durante la Gran Depresión para muchas naciones superiores al 50%. (Sencillamente: la tasa de desempleo real parece haber sido menos de la mitad que la tasa de desempleo general registrada en muchos países durante la Gran Depresión.)

    Los datos de desempleo de Estados Unidos durante la Gran Depresión están exagerados considerablemente porque las personas que trabajaban en los programas de obras públicas, que realizaban un trabajo altamente productivo, fueron registradas como "desempleadas" en esa época. Ello significa que la Gran Depresión fue con todo catastrófica, pero también que los datos de desempleo más precisos (pero aún lejos de ser perfectos) de la Gran Recesión demuestran que las dos crisis son muy similares en severidad en la zona euro cuando se mide su gravedad por la tasa de desempleo. En la mayor parte de la zona euro, la crisis actual se podría definir más exactamente como "La Segunda Gran Depresión."

    Uso el término "muy similares" a causa de las precauciones que destaqué en mi segundo punto. No se puede atribuir la misma precisión a los datos de la Gran Depresión, incluso después de ajustar los sesgos conocidos, que a los datos sobre el desempleo de la Gran Recesión. Esta es una advertencia importante, ya que los datos sobre el desempleo durante la Gran Recesión todavía están sujetos a error material.

    Con estas precauciones en mente, estas son las razones por las que los datos muestran que el desempleo en la zona euro es muy similar a la de desempleo durante la Gran Depresión. Los datos ajustados, por ejemplo, señalan una tasa de desempleo promedio en 1930-1938 de 8,8% en Alemania y del 9,8% para el Reino Unido (Eichengreen y Hatton 1988: Cuadro 1.2, p 9.). Los autores no encontraron una cifra ajustada confiable para Francia, pero la cifra no ajustada a la tasa media de desempleo en Francia en 1930-1938 fue de 10,2%. Desafortunadamente, no disponemos de datos de desempleo moderadamente fiables para la periferia europea durante la Gran Depresión.

    En general, en la zona euro las tasas de desempleo son más altas que durante la Gran Depresión

    "La tasa de desempleo de la zona euro se elevó al 12,0 por ciento en los dos primeros meses del año, el último de una serie de niveles récord desde finales de 2011, informó Eurostat , la agencia estadística de la Unión Europea [02 de abril 2013].

    La agencia revisó al alza la tasa de desempleo de enero para la zona euro del 11,9 por ciento registrado previamente, en sí ya un récord. Para la Unión Europea, según Eurostat la tasa de desempleo en febrero subió al 10,9 por ciento desde el 10,8 por ciento en enero, con más de 26 millones de personas sin trabajo en todo el bloque de 27 naciones.

    Estas tasas de desempleo y el número de parados son los más altos que ha registrado Eurostat, en datos que se remontan a 1995, antes de la creación del euro ".

    El desempleo en la eurozona, en general, es significativamente más alto que las mejores estimaciones de desempleo en Europa durante la Gran Depresión. La duración de las dos crisis en Europa es cada vez más similar según avanza y se agrava la crisis debida a las politicas contraproductivas de austeridad y al mal diseño del euro como una moneda no-soberana.

    La austeridad ha infligido una über-Depresión en los pueblos de la periferia de la zona euro

    Si bien no podemos comparar con fiabilidad las tasas de desempleo durante la Gran Depresión y la über-depresión en los países de la periferia de la UE, se puede utilizar el mismo artículo del New York Times para comparar las tasas de desempleo actuales en la periferia con las tasas de desempleo en Francia, Alemania y el Reino Unido durante la Gran Depresión y se pueden comparar directamente las tasas de desempleo en las tres principales economías de la UE.

    "El mercado laboral europeo ha decrecido durante 22 meses consecutivos, haciendo de ésta la peor recesión desde la década de 1990, según Jennifer McKeown, economista de Capital Economics en Londres, que escribió una nota de investigación el martes: 'Con el ajuste fiscal aún presionando sobre la rentas disponible y la confianza del consumidor en niveles muy bajos, es probable que caiga en los próximos meses el gasto de los hogares´ “.

    La Sra. McKeown también señaló que en febrero la tasa del desempleo del 10,8 por ciento en Francia - el doble de la tasa alemana de 5,4 por ciento - 'es muy preocupante´.

    La tasa de desempleo en Alemania es sustancialmente más baja ahora que durante la Gran Depresión, pero la tasa de Francia es superior a la media de desempleo sin ajustar (y por lo tanto inflada por el sesgo de recogida de datos) que sufrió durante la Gran Depresión.

    "Gran Bretaña, la mayor economía de la UE fuera del bloque de la moneda única, tenía una tasa de desempleo del 7,7 por ciento en diciembre, el último mes disponible."

    La tasa actual de desempleo del Reino Unido se mantiene por debajo de la tasa media durante la Gran Depresión, pero es importante recordar que el Reino Unido no ha adoptado el euro, ha mantenido una moneda soberana. Pero ha sido incapaz de utilizar esa fortaleza para poder acabar con el desempleo creciente, debido a su asunción de la auto-infligida e hiriente austeridad.

    La periferia de la zona euro es el epicentro de la “über-Depresión”. Es una depresión totalmente gratuita, la peor “Eigentor” en la historia económica moderna, infligida por la austeridad.

    "La crisis del desempleo está golpeando más duro en el sur de Europa. Según Eurostat Grecia, con una economía en caída libre, tiene la mayor tasa de desempleo de la zona euro, el 26,4 por ciento en diciembre, el último mes del que se dispone de datos. Entre los jóvenes griegos, la tasa de desempleo ha llegado a un nivel asombroso, el 58,4 por ciento.

    España, cuya economía se ha contraído drásticamente después del colapso de la burbuja crediticia global, registró la segunda tasa de desempleo más alta de la zona euro en febrero, con el 26,3 por ciento. "

    La tasa de desempleo de los jóvenes de España (que incluye a los adultos jóvenes) también es superior al 50% y la tasa de Italia para el desempleo juvenil es superior al 36%. La Gran Depresión general creó una "U" en forma de curva para la incidencia del desempleo de los trabajadores por motivos de edad (los jóvenes y mayores tenían más probabilidades de estar desempleados) (Eichengreen y Hatton 1988. Cuadro 1.9, p 31). Los niveles de desempleo de los jóvenes en los países centrales de Europa durante la Gran Depresión fue mucho menor que el desempleo juvenil en Grecia, Italia y España durante el über-depresión en curso. De hecho, la actual tasa de desempleo de los jóvenes en cada una de estos países, además de Irlanda y Portugal, se reduce sustancialmente por la emigración de los jóvenes trabajadores. El viejo humor negro irlandés da una vez más en el clavo: "¿Cuál es el principal producto de exportación de Irlanda" Respuesta: "los irlandeses." Cuando los estudiantes reciben sus títulos universitarios en la periferia suelen emigrar en busca de empleo.

    Conclusión

    Cuando una nación cede su moneda soberana, pone en riesgo su soberanía. Se convierte en objeto de los ataques de los vigilantes de bonos y pueden obligarla a caer en situaciones en las que no pueda ofrecer otra oportunidad que obligar a muchos de sus mejores y más brillantes jovenes a huir del país.

    La austeridad es un peligro evidente hoy para la zona euro y la economía global. En los países centrales de la zona euro ha causado niveles de desempleo parecidos a la gran Depresión - y el desempleo esta aumentando siete años después de que las burbujas globales comenzaran a desinflarse en 2006. La periferia, sin embargo, no sufre los niveles de desempleo que los países centrales europeos sufrieron durante la Gran Depresión. La über-Depresión en curso ha infligido dramáticamente mayores niveles de desempleo - hasta cuatro veces más - que los que los historiadores económicos creen que Europa sufrio, en promedio, de1930 a 1.938. Termino repitiendo la advertencia de que los datos para la Gran Depresión son lo suficientemente imprecisos como para obligarnos a ser prudentes al utilizarlos. Lo que podemos decir es que, medida por el desempleo, la llamada Gran Recesión es a veces más grave para los países centrales que lo que fue la Gran Depresión y que es muchísimo más dramática para la periferia de lo que fue para los países centrales durante la Gran Depresión.

    Bill Black es el autor de "La mejor forma de robar un banco es poseerlo" y profesor asociado de economía y derecho en la Universidad de Missouri-Kansas City. Ha pasado varios años trabajando en políticas de regulación y prevención del fraude como Director Ejecutivo del Instituto para la prevención del fraude, Director de litigios en el Consejo de administración  del Banco federal de préstamos locales y Director delegado de la Comisión nacional para la reforma, recuperación y cumplimiento de las instituciones financieras, entre otros puestos.

    Traducción para www.sinpermiso.info: A. Hobbit

    domingo, 21 de abril de 2013

    EUROMUERTO


    EUROMUERTO

    Una muerte justa y digna para el euro.


    Por: William Pfaff *
    Traducción: Enrique Prudencio, para Zona Izquierda

    Cuando se lanzó inicialmente la propuesta de creación de una moneda europea, al que esto escribe le pareció una buena idea, con el nimio inconveniente de que no iba a funcionar. Aunque inexperto en economía (siendo un producto de la era de la aritmética), me impactó como efecto de falsa analogía con los Estados Unidos, siendo común en Europa por entonces esa comparación. Si Nueva York, Texas e Iowa podían manejarse con el dólar como única moneda, ¿por qué no iban a poder tenerla Francia, Alemania e Italia? Europa ya tenía un mercado europeo único – o estaba terminando de construirlo (el Mercado Común Europeo), sin aranceles aduaneros. ¿Por qué no una moneda única para un mercado único? Una gran mayoría de entusiastas de la unificación europea parecía pensar que lo único que se necesitaba era darle un nombre y un diseño y a continuación acuñarla. A la fértil imaginación del anterior Presidente francés Valery Giscard d´Estaing, ya se le había ocurrido un nombre en recuerdo de la época perfumada de Francia para el mecanismo que llevaría a la moneda única, el “Ecu”, que significa “European currency union” (moneda de la unión europea), y que felizmente era también el digno nombre que se le había dado durante los siglos XVII y XVIII a una serie de monedas francesas de oro y plata. Cuando llegó el momento de crear finalmente la moneda, el chauvinismo de los otros países europeos se opuso al nombre francés y la moneda fue tristemente denominada el euro (ni siquiera con mayúscula) y acuñada con diseños de puentes y viaductos sumamente aburridos. (Pero como todos los países de la eurozona tienen algún puente o viaducto, todos podrían decir que aquél del diseño era el del suyo.) La queja que yo (entre otros) planteamos desde el principio fue que los países europeos no eran estados norteamericanos. Eran entidades políticamente soberanas. Cada una tenía su economía característica, recursos, productos, mercados y sus propios déficits y superávits nacionales. Era vitalmente importante el hecho de que cada país tenía su propia moneda, y estas monedas no eran intercambiables, y además, no tenían un valor fijo y constante. Había que ir al banco si se deseaba adquirir otra divisa y pagar por ella según el tipo de cambio del día. Pero los entusiastas decían que en California no tenían que cambiar sus dólares cuando viajaban a Nevada. En Europa sería lo mismo. Llegados a este punto, los norteamericanos tenían que explicar la guerra civil norteamericana, en la que hubo más muertos que en todas las guerras libradas por este país. Y que esta guerra se libró para terminar con las reclamaciones soberanistas de los estados esclavistas del sur. El resultado fue una sola nación soberana, con una sola moneda y eventualmente con un solo prespuesto que prevaleció a nivel nacional.
    La única respuesta a esto que los interlocutores europeos pudieron dar a los norteamericanos, fue que Europa había superado ya el cupo de guerras que le correspondía. La Unión Europea intentaba poner fin a esa desafortunada práctica en Europa. Esa práctica, en los últimos tiempos, la habían ejercido principalmente los alemanes. La Francia de los Borbones, Napoleón y la Tercera República cedieron el liderazgo en el desencadenamiento de guerras devastadoras a los Hohenzollern y después a los Nazis en Alemania. Durante esos mismos tiempos aun recientes, Estados Unidos se interesó por Europa y sus guerras y como resultado adoptó un nuevo rol como potencia europea -- como “LA” potencia europea, tal como dejó claro a Europa Occidental el diplomático norteamericano Richard Holbrooke cuando era embajador de Estados Unidos en Alemania en 1990, reforzando el papel dominante que desempeñaron siempre los norteamericanos desde que dio comienzo el movimiento de unificación europea en 1951. Es un papel que está finalizando actualmente. La crisis de Wall Street en 2008 desencadenó la crisis crediticia europea que siguió inmediatamente. Esta crisis puede estar a punto de destruir la unión monetaria europea tal como existe actualmente. Mentalmente, los europeos ya están divididos entre los miembros del norte y los del sur, con Francia a caballo de las dos partes, sin éxito alguno. El euro ha producido altas tasas de desempleo, ira entre las masas y represión en Grecia, Portugal, Irlanda, España e Italia, e inminentemente en Chipre y Eslovenia. Gran Bretaña, a pesar de permanecer fuera de la eurozona, depende de ésta para el comercio exterior y se está deslizando hacia la misma crisis, con gran ayuda de las políticas de austeridad del Primer Ministro
    Cameron. Alemania, con los miembros del norte de la Eurozona que son tradicionalmente dependientes de los teutones, ha impuesto su propia política monetaria conservadora al conjunto del bloque europeo, un trago muy amargo para los países meridionales, víctimas ahora de un endeudamiento extremo. Los ciudadanos alemanes a los que la crisis ha empezado a rozar ahora, tienen el control del Banco Central Europeo y la dirección política del gobierno de la UE, que impone unas normas de austeridad despiadada a los países del sur de la UE que se quejan constantemente, y que se encuentran ahora con que esta política que les sume en la gran miseria, además no funciona. Y, lógicamente culpan de ello a los alemanes. El resultado es una oleada de hostilidad popular de los alemanes hacia sus ingratos socios europeos, que a su vez acusan a Alemania (todavía en voz baja) de que habiendo tenido bastante con haber destruido el equilibrio económico y político de Europa en dos mortíferas y destructivas guerras mundiales, se ha puesto otra vez a ello. El nuevo movimiento político “Alternativa para Alemania” ha irrumpido como reacción contra el euro y contra los socios de Alemania en la U.E. Académicos observadores de la situación comparan la fuerza política que apoya este movimiento con la erupción del Tea Party norteamericano. La Canciller Angela Merkel se enfrenta a elecciones federales en Septiembre. Sus socios de la Coalición Democrática Libre se encuentran con dificultades. Lo que signifique esto para la política interior alemana es por supuesto impredecible en estos momentos. Pero combinado con la desilusión de una cierta élite con el sistema de la eurozona y sus consecuencias económicas, el abandono alemán del euro y el retorno al marco se presenta actualmente como una posibilidad muy seria. El experimento del euro está fracasando. Se puede salvar la Unión Europea respecto de otras muchas cosas, pero la moneda única es un
    disparate. Esto es también lo que el financiero George Soros ha recomendado recientemente a los alemanes: abandonar el euro para servir sus propios intereses, al tiempo que se libera a los demás miembros del bloque para que pongan en común sus deudas mediante la emisión de eurobonos para escapar de las limitaciones impuestas por Alemania. ¿Qué pasará? Los estados que sufren el desempleo y la crisis crediticia harán lo que siempre han hecho en el pasado: devaluar sus monedas y estimular sus economías. El Keynesianismo encontraría su reivindicación.

    miércoles, 10 de abril de 2013

    El eterno retorno de Berlusconi. Y quién lo hace posible...

     

    Rossana Rossanda · · · · ·

    07/04/13

    ¿PROTAGONISTAS EN ITALIA?

    El ataque a Bersani para que no se presentase ante las Cámaras, el “plan B” con Berlusconi, que vuelve a ser protagonista, siguiendo el guión del Quirinal. Entre una izquierda subalterna y la carencia histórica en Italia de una derecha al menos formalmente democrática, nos deslizamos por una deriva mortal para nuestra frágil democracia.

    Ni Hollande ni Bersani son revolucionarios ninguno, pero no recuerdo haber asistido a una guerra más violenta que la que se libra contra ellos. Verdadera guerra de clase, tiene razón Gallino: la derecha propietaria al ataque contra todo aquel que no sea neoliberal puro. En Francia, la derrota de  Sarkozy se ha visto seguida por una ofensiva patronal durísima, cierres, despidos, deslocalizaciones que han aumentado de golpe un desempleo ya fuerte debida a la crisis: más de tres millones de parados, sin contar otros dos millones de personas que se ven forzadas a trabajillos sin continuidad ni derechos. La gente común, cuyo poder adquisitivo se va diezmando mes a mes, reprochará con mayor aspereza todavía al gobierno socialista no haber mantenido sus promesas. En resumen, fuego a discreción a derecha e izquierda.

    En Italia, Pier Luigi Bersani ha sido objeto de una destrucción sistemática por parte del Quirinal [residencia del presidente de la República] y de la prensa, por haberse atrevido a proponer que se  verificase en las Cámaras una propuesta de programa, desde luego modesta, pero con la esperanza no infundada de obtener algún voto del ejército de diputados grillinos, que son una “armata Brancaleone” [1] sin programa, entre los cuales se podía encontrar una docena de votos, como se ha encontrado para la presidencia del Senado. El Quirinal no se lo ha permitido, como si fuésemos ya una república presidencial. Bersani no ha aceptado, pero ni siquiera se ha rebelado contra la voluntad del jefe del Estado. Así va avanzando el llamado “plan B”, que apunta a reintroducir en el gobierno a un Berlusconi más descarado que nunca: “quiero esto, quiero aquello” inoxidable, persuadido de poder proponer para el gobierno una mayoría de la que sería parte fundamental y para el Quirinal un hombre suyo (“Letta [2] o, por qué no, yo mismo”).

    No sé cuánto habría durado un gobierno como el propuesto por Bersani, aunque se le hubiera permitido sacárselo a las Cámaras, pero lo que es seguro es que el sentido de la prohibición presidencial estriba en reabrir el camino a una unidad nacional de la que Berlusconi debe ser una parte determinante. De algún modo, el hecho de que Napolitano le haya recibido en el Quirinal después de que el Cavaliere hubiera vomitado sus insolencias dos días antes en Piazza del Popolo, le ha legitimado, políticamente hablando. Y en toda Italia parece haberse exhalado un suspiro de alivio, basta de descalificaciones, quien propone y decide es el voto popular, tesis que en el siglo XX ha dado el poder a las dictaduras fascistas. ¿Por qué Italia no ha querido en absoluto a Bersani? No desde luego, repito, porque tuviera un programa subversivo ni extremista, siquiera antieuropeo, sino bastante vagamente reformista, porque tenía relaciones con Vendola y la FIOM [sindicato del Metal], porque había permitido que en su partido anidaran peligrosos sujetos como Orfini y Fassina [3]. Esto había que bloquearlo. 

    Ha llegado el momento de dejar de preguntarse cómo es que Berlusconi vuelve a reaparecer en la escena política. Hace falta reconocer que cuando parece del todo abatido, hay siempre una mano a derecha o izquierda que lo saca del pantano en el que se encuentra. Hace falta que nos preguntemos por qué por quinta vez este escenario se repite y si no hay en el país un defecto bastante profundo que permite esa inclinación. Parece evidente la responsabilidad de una izquierda – concretamente del PCI, que había sido en la postguerra la más relevante e interesante de todo Occidente – por no haber examinado las razones del derrumbe del 89, cuando los hijos de Berlinguer se han convertido de golpe a Fukuyama (“la Historia ha terminado”) con la misma impermeabilidad que habían opuesto a quien, hasta un mes antes, había suscitado alguna crítica al sistema soviético.

    Pero, una vez admitida esta debilidad de la izquierda y de los comunistas en particular, es imposible no preguntarse porque Italia parece incapaz, ya históricamente, de dotarse de una derecha al menos democrática, no al borde de la imputación en nombre del código penal. Y esta es una maldición que nos persigue desde la unificación del país y no parece desde luego que los diez “sabios” propuestos desde la Colina [del Quirinal] estén en situación de enfrentarse a sus razones y extirpar las raíces. Derecha e izquierda parecen enfermas en su mismo fundamento cultural y moral; la razón de fondo por la que nos encontramos en la feísima situación de hoy está, evidentemente, aquí; hasta que no se haga seriamente este diagnóstico, no saldremos, ni siquiera cuando no faltan, como hoy, razonables propuestas para bloquear una deriva que parece mortal para nuestra joven y frágil democracia.

    NOTAS T.: [1] L´Armata Brancaleone es el título de una legendaria comedia cinematográfica italiana de 1966, dirigida por Mario Monicelli. La expresión se utiliza como en español “el ejército de Pancho Villa” para referirse a una agrupación irregular, caótica o pintoresca. [2] Enrico Letta (1935), uno de los hombres de confianza de Berlusconi, fue candidato de la derecha a la presidencia de la República en la elección de 2006 en la que las Cámaras escogieron a Giorgio Napolitano. [3] Matteo Orfini (1974) y Stefano Fassina (1966), ambos diputados, pertenecen a los llamados “Jóvenes Turcos”, una de las corrientes de izquierda del Partido Democrático. Orfini es responsable de Cultura e Información; Fassina, de Economía y Trabajo.

    Rossana Rossanda es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso.

    sábado, 6 de abril de 2013

    ¿ADIOS A LA DEMOCRACIA EN EUROPA?

     

     

    viernes, 5 de abril de 2013

    ¿ADIOS A LA DEMOCRACIA EN EUROPA?


    La "Justicia Europea"en Luxemburgo




    Ha quedado finalmente muy claro que los estados democráticos del mundo capitalista no tienen un soberano, sino dos: abajo, el pueblo, y por encima los «mercados» internacionales
    Wolfgang Streeck[1]
    El pasado mes de octubre se concedió el Premio Nobel de la Paz a la Unión Europea por su contribución a la defensa de la paz, los derechos humanos y la democracia tanto en el Viejo Continente como en el resto del mundo. Que el galardón fuera recibido por quien ejerció de anfitrión de la Cumbre de las Azores -desde la que se impulsó una guerra contra el pueblo de Irak por una coalición internacional de países sin el respaldo de la ONU- no deja de ser una de esas ironías a la que nos tiene acostumbrados la historia. En la práctica, la política exterior y de seguridad europea ha venido marcada por la dificultad para alcanzar posiciones comunes y coherentes. No obstante, si algo subyace a la errática y dividida política exterior europea es, como ha señalado acertadamente Rafael Poch, su vocación belicista e imperial: «Y cada vez lo es más. Incluso el eje franco-alemán que mantuvo la divergencia con Bush colaboró a nivel de logística, servicios secretos y general complicidad con el complejo Guantánamo (torturas, vuelos y cárceles ilegales) en Irak y en la llamada “guerra contra el terror”. Esta Europa participa en la guerra de Afganistán y ha  propiciado la intervención en Libia. Esta Europa profundiza la guerra civil en Siria y apoya su cálculo geopolítico, que tiene detrás a Irán y al control del suministro energético de un gran país emergente, China. El apoyo a Israel forma parte de esa serie, pero es particularmente ejemplar».[2]
    No deja de ser paradójico también que en el momento en el que la violencia contra los trabajadores y trabajadoras del continente europeo es mayor y se degradan a ojos vistas las condiciones de vida de buena parte de la población en países como Grecia, España, Portugal o Italia, se reconozca a las instituciones comunitarias su contribución a la defensa de los derechos humanos y la democracia. Es posible que aún no tengamos clara la noción de lo que es un “crimen económico”, y cuales los mecanismos para investigarlos y perseguirlos, pero es urgente –como defienden Lourdes Benería y Carmen Sarasúa- que esta noción «se incorpore al discurso ciudadano y se entienda su importancia para construir la democracia económica y política. Como mínimo nos hará ver la necesidad de regular los mercados para que, como dice Polanyi, estén al servicio de la sociedad, y no viceversa».[3] No parece que las políticas comunitarias estén orientadas hacia esta necesidad. Al contrario, diseñadas bajo la obsesión de someter a los pueblos a la disciplina de los mercados, renuncian con ello a conciliar capitalismo con democracia. Cuando un porcentaje significativo de los miembros de una sociedad pierde la vivienda y el empleo, no sólo se está asistiendo a un drama personal y familiar incalculable, se está comprometiendo también el futuro del conjunto de la ciudadanía al desmontarse las redes de seguridad material que sostienen la libertad y, por ende, la democracia. Sin seguridad material no hay libertad política ni tampoco democracia, sólo amenazas y riesgos de regímenes e ideologías totalitarias.
    La crisis en la zona del euro ha dejado firmemente claro hacia donde nos puede conducir la combinación de globalización, financiarización e integración europea al compás de la batuta neoliberal: a la renuncia de la democracia. En el capitalismo la democracia sólo tiene un carácter instrumental, no representa un valor en sí mismo. En el campo de la racionalidad instrumental, todas las cosas tienen un coste y el criterio con el que se evalúa no es otro que el de la eficiencia: si la democracia es concebida como un coste y existen otras herramientas más eficientes para favorecer la acumulación de capital, el corolario es que la democracia deja de ser relevante a los ojos del capitalismo.[4]
    Una construcción elitista de Europa…
    La integración europea no ha estado nunca animada por un espíritu democrático. Más bien al contrario. Las elites y lobbies presentes en las esferas comunitarias han marcado el ritmo y el carácter de la integración. Bajo la apariencia de una solución técnica, el proyecto europeo ha sido progresivamente despojado de su carácter político. No se han cultivado las condiciones que permiten, no sólo la democracia, sino la existencia de la política misma: un espacio público con agentes sociales, partidos y canales de representación, deliberación y decisión que permitan el florecimiento de una ciudadanía genuinamente europea. Las instituciones comunitarias tienen un sesgo tecnoligárquico y el Parlamento Europeo, único organismo elegido por sufragio universal, no tiene competencia para legislar sino sólo para reformular y vetar las iniciativas elaboradas por la Comisión y aprobadas por el Consejo Europeo. [5]
    … impulsada por un espíritu neoliberal
    Los tratados que han promovido los procesos hacia la unidad de mercado (Acta Única) y la moneda común (Tratado de Maastricht) inocularon el neoliberalismo en el proyecto europeo. De esta manera el carácter social que definía el modelo de desarrollo fordista de la Europa continental de la segunda postguerra empezó a diluirse al mismo ritmo con el que se avanzaba en la Unión Económica y Monetaria.
    El neoliberalismo ha contribuido a un proceso de desorganización del Estado democrático que, aunque omnipresente en otras geografías, en Europa se ha visto acentuado como consecuencia de la particular integración económica llevada a cabo. Ésta ha propiciado que muchas prerrogativas soberanas fueran transferidas de los Estados nacionales a las instituciones comunitarias sin el debido control democrático. Que se hable mucho de gobernanza económica europea, pero nunca de gobierno democrático, es algo que se agradece porque se ajusta plenamente a la verdad. No hay gobierno ni democracia política en el ámbito comunitario sencillamente porque no hay un Estado europeo. La democracia presupone la existencia de un Estado, y la ausencia de éste imposibilita la presencia de aquella.
    La servidumbre a los «mercados»
    La independencia de los bancos centrales evita –según el dogma neoliberal- que los gobiernos recurran a ellos para financiar sus déficits. Esta restricción, unida a la cláusula de no salvamento (no bail-out), que prohíbe la asistencia entre países que han decidido compartir moneda, ha provocado que a los Estados nos les quede más alternativa para obtener fondos que acudir en solitario al sector financiero. Ambas prohibiciones, consagradas en el Tratado de Maastricht, se han justificado en la encomiable capacidad de los mercados para reconducir por el recto camino a los gobiernos proclives a dilapidar sin miramientos. Una vez que la crisis pone de manifiesto que los mercados financieros no son eficientes ni racionales, y que por consiguiente es una aberración confiarles la tutela de la política económica de los Estados, la verdad se empieza a imponer con crudeza: de lo que realmente se trataba era de disciplinar a los pueblos, poniendo así en crisis tanto la soberanía estatal como la democracia.[6]
    Fallas estructurales
    El diseño de unión monetaria emanado de Maastricht, así como los «criterios de convergencia nominal» (para entrar en el euro) y el «Pacto de Estabilidad» (para permanecer en él), han creado una nueva zona monetaria hegemonizada por Alemania. Al frente de la moneda, un BCE que no responde ante los ciudadanos ni ante los gobiernos y que se plantea como único objetivo la estabilidad de los precios.
    Es posible que en la decisión de lanzar la moneda única haya pesado, más de lo que se piensa, el proceso de reunificación alemán. Después de todo, el euro se presentó como un «compromiso político que permitía a los franceses aceptar la reunificación, ya que reafirmaba la profunda inserción de Alemania dentro de Europa».[7] En cualquier caso, la reunificación alemana acentuó la heterogeneidad estructural de los países de la eurozona. Los costes de la reunificación fueron más indigestos de lo esperado y detuvieron el crecimiento de la economía germana. Para reactivar la economía, el capital alemán (con la connivencia del socialdemócrata Schroeder) aplicó una represión salarial brutal. Esta se llevó a cabo mediante la reestructuración del potente tejido productivo alemán. La externalización de muchos procesos y secuencias productivas a Europa Central y del Este, y la amenaza permanente de la deslocalización industrial, hicieron descender los costes laborales. Las industrias de exportación alemanas se hacían cada vez más competitivas enseñoreándose de los mercados.
    Los países de la periferia europea, a su vez, gozaban en esa época de unas facilidades de acceso al crédito completamente desconocidas en las etapas anteriores a la constitución del euro. La munificencia crediticia servía para compensar la escasez de unos fondos estructurales y de cohesión con los que afrontar con seriedad el objetivo de la convergencia real entre los distintos países. “Abundancia privada, miseria pública” que también se da en el ámbito financiero y que ofrece a los bancos negocios rentables y a las industrias exportadoras del Norte la oportunidad de aprovechar las capacidades adquisitivas de países como Portugal, España, Italia o Grecia. Mientras la periferia celebraba febril la afluencia de capital barato, inflando unas burbujas tras las que se escondían desequilibrios macroeconómicos evidentes y diferencias estructurales profundas, las bases sociales, políticas y ecológicas de sus economías locales se desmoronaban por momentos. Europa era conducida a la fractura social.
    Es posible que la crisis en Europa tenga que ver también con la crisis de la idea de Europa. En realidad, el viejo continente se encuentra atrapado entre dos crisis: una interna, relacionada con las fallas estructurales y la supervivencia del euro, y otra externa, que tiene que ver con su pérdida de influencia como resultado de la globalización y la emergencia de un mundo post-europeo. Lo peor que le puede ocurrir a Europa en medio de ellas es olvidar el sueño de paz que motivó el proyecto de integración europeo y abandonar los valores ilustrados que hicieron posible la emergencia de la razón democrática en el mundo moderno.
    Santiago Álvarez Cantalapiedra

    lunes, 1 de abril de 2013

    ¿Es esto, todavía, democracia? El Partido de La Izquierda, frente al sistema alemán de partido único

     

    Oskar Lafontaine , die linke.

    31/03/13 SINPERMISO

    “Mientras los grandes patrimonios –y la estructura social de poder de ellos resultante— sigan formándose de modo que la minoría ‘explote’ el trabajo de la mayoría; mientras eso ocurra, no podrán, lógicamente, imponerse los intereses de la mayoría. En otras palabras: la democracia, que significa un orden social en el que los intereses de la mayoría se imponen, naufraga en el rocallar de las estructuras de poder armadas por el partido único alemán.”

    En los próximos meses se representará en Alemania una comedia. La pieza se titula: “El campo de la contienda electoral”. Los papeles principales corresponden a Angela Merkel y Peer Steinbrück. Entre los actores secundarios vemos a Horst Seehofer, Sigmar Gabriel, Philipp Rösler, Jürgen Trittin y el resto del personal dirigente de la CDU/CSU, SPD, FDP y Verdes. Para la Izquierda no está previsto en esta representación papel alguno. Con ayuda de la policía política, de los medios de comunicación en manos de grandes corporaciones privadas y de la radiotelevisión de titularidad pública se hará todo lo posible para echar de la pasarela del capitalismo al incómodo partido.

    El lenguaraz escritor norteamericano Gore Vidal lo dejó dicho hace ya unos cuantos años: “La democracia es manifiestamente un lugar en el que se da un sinnúmero de elecciones con inmensos costes sin asuntos programáticos de por medio y con candidatos intercambiables”. Para él no había ya en los EEUU varios partidos, sino “un sistema de partido único con dos alas derechas” trabajando a favor de los intereses de las grandes empresas privadas. Y no veía en los medios de comunicación sino instrumentos de propaganda para la conservación de las relaciones sociales de poder.

    Se podrá descontar la opinión de Gore Vidal como exageración literaria de un escritor, pero lo cierto es que Heribert Prantl acaba de ofrecernos en laSüddeutschen Zeitung una traslación del juicio de Gore Vidal sobre la política en EEUU a las elecciones alemanas en curso para el Parlamento Federal:

    “El campo de la contienda electoral es una disputa electoral que propiamente no existe ya… El campo de la contienda electoral es un término malhadado, por mucho que lo acuñara Heiner Geißler. Lo que Geißler quiso significar en su día, existía en su día como tal. Había posiciones encontradas, opuestas, en todas las cuestiones fundamentales de la política: política exterior, política económica, política energética, política migratoria… Las diferencias fundamentales entre los partidos (exceptuada la Izquierda) han desaparecido.”

    Americanización

    La cosa no ofrece duda: la americanización de la política alemana ha llevado a que hoy, también en Alemania, haya un sistema de partido único con cuatro alas, para seguir con la imagen de Gore Vidal. Las alas se llaman CDU/CSU, SPD, FDP y Verdes, y actúan todas, unas veces más, otras veces menos, a favor de los intereses de los bancos y de las grandes empresas, como lo prueban la política fiscal de los últimos años y el sinnúmero de rescates bancarios aprobados. Afirman todos sin reservas un orden económico en el que la desigual distribución del ingreso, del patrimonio y del poder lleva a que una minoría haga trabajar en su propio beneficio a una mayoría, dando a esa mayoría salarios y participaciones subalternas muy por debajo de lo que corresponde al pleno rendimiento de su trabajo. En oposición al partido único federal alemán, la Izquierda dice: la propiedad debería dimanar sólo del propio hacer, del propio trabajo, y no de lograr que otros trabajen para uno. Mientras los grandes patrimonios –y la estructura social de poder de ellos resultante— sigan formándose de modo que la minoría “explote” el trabajo de la mayoría; mientras eso ocurra, no podrán, lógicamente, imponerse los intereses de la mayoría. En otras palabras: la democracia, que significa un orden social en el que los intereses de la mayoría se imponen, naufraga en el rocallar de las estructuras de poder armadas por el partido único alemán.

    Mientras no se ataquen esas estructuras, asistiremos a los sumo a pugnas de cara a la galería y a crispadas disputas en torno a objetivos secundarios de batallitas menores. Cuanto menos se diferencian las posiciones políticas fundamentales unas de otras, tanto más ruidosa debe ser la grita, a fin de dar la impresión de que el campo de la contienda electoral se mantiene vivo. De aquí el juicio de Heribert Prantl: “Es lo más probable que, pese a toda la faramalla organizada en torno a la política de rentas, no haya en toda Alemania más de mil personas capaces de poder deletrear las diferencias entre la CDU y la SPD. Y lo mismo ocurre con otras políticas”. También el diario [conservador] Frankfurter Allgemeine Zeitung habla de un campo de contienda electoral “impropio”.

    Tampoco hay que dejarse cegar por los “casos de plagio” roji-verde. Con gran diligencia socialdemócratas y Verdes han venido haciendo suyas, con modificaciones y desnaturalizaciones varias, tradicionales propuestas políticas de la Izquierda, a fin de hacer olvidar los desastres sociales causados por las políticas que desarrollaron durante sus años de gobierno en coalición: relaciones laborales precarizadas, salarios ínfimos, pauperización de la vejez, destrucción de los sistemas sociales de seguridad.

    Plagian, desde luego, la idea del salario mínimo, y lo mismo puede decirse respecto de las timoratas propuestas con que ahora pretenden:

    * mejorar las jubilaciones y elevar un tanto el bajo nivel de las prestaciones ofrecidas desde su contrarreforma del Hartz-IV;

    * rebajar el copago sanitario y las matrículas universitarias;

    * poner coto al trabajo temporal y a los contratos externalizados de obra;

    * aumentar los tipos fiscales marginales altos, gravar fiscalmente el patrimonio, las rentas de capital y las transacciones financieras;

    * limitar los alquileres, los precios de la energía y los intereses por descubiertos bancarios;

    * introducir eurobonos;

    * retirar licencias a los bancos que facilitan la evasión fiscal;

    * promover la separación entre banca comercial y banca de inversión;

    * limitar las remuneraciones de los ejecutivos;

    * exigir responsabilidad a los acreedores y proceder a quitas de deuda.

    Eso, por limitarnos a unos cuantos ejemplos.

    El robo de ideas no puede confundir a nadie: la SPD y los Verdes, lo mismo que CDU/CSU y FDP, son y serán, llegado el caso, secciones leales al sistema del partido alemán federal único. Han votado todos de consuno a favor de modificar la Constitución para imponer un tope de deuda; de consuno han votado todos a favor del Pacto Fiscal europeo, así como por los distintos rescates. Lo que muestra que el “campo de la izquierda”, SPD y Verdes, no ha roto amarras con sus viejas y catastróficas políticas del Hartz-IV y de la Agenda-2010. El Pacto Fiscal significa el afianzamiento de esta brutal política de recortes para toda Europa. Sólo por eso se avilantan la SPD y los Verdes a llamarse a sí mismos partidos europeos: porque han interiorizado y hecho suya con descaro la idea de una Europa de mercados libres y grandes empresas como la única Europa posible.

    Minas sin estallar sembradas por toda Europa

    De medirse la realidad social conforme a la intención política declarada, no resultaría un juicio demasiado duro decir que ambos protagonistas “de izquierda” del actual “campo de contienda electoral” son como artefactos explosivos sin detonar abandonados por toda Europa. El Consejo Europeo resolvió en Lisboa, en diciembre de 2010, con la colaboración del Canciller roji-verde Schröder, “hacer de la UE el espacio económico basado en el conocimiento más competitivo y dinámico del mundo: un espacio económico capaz de crecimiento duradero, con más y mejores puestos de trabajo y una mayor cohesión social”. Esa era la intención declarada. ¿Cómo es la realidad?

    Los jóvenes europeos de hoy que, crecientemente azotados por el paro, lean esto estarán plenamente justificados para dudar de la capacidad de juicio y aun del equilibrio mental de esos estadistas. ¿Cuándo comprenderán los políticos del partido alemán único que un sistema económico que tiene como fin la maximización de los beneficios y del patrimonio de la minoría necesariamente ha de traer consigo situaciones como las que estamos observando hoy en Europa?

    En ese contexto resulta un chiste de pésimo gusto oír decir de consuno a CDU/CSU, SPD, FDP y Verdes que quieren poner la justicia social en el centro del “campo de contienda electoral”.

    Es lógico también –porque está en la naturaleza del sistema— que ambos “campos” coincidan en convertir las guerras por los derechos humanos en el instrumento esencial de su política exterior. De manera inigualable ha estampado el Príncipe Harry la quintaesencia de esta nueva era de la política exterior alemana en la primera plana del diario sensacionalista Bild: “Resulta sin duda notable en este contexto que políticos de la SPD y de los Verdes criticaran con tal acritud a Merkel y a Westerwelle, acusándoles de que el gobierno federal no colaborara en la guerra de Libia.”

    El rasgo que hace único al Partido de la Izquierda

    La Izquierda, y eso lo sabe la gran mayoría de sus partidarios y de sus miembros, sólo puede justificar su existencia y sólo puede sostenerse con éxito en las contiendas electorales, si no se convierte en un ala más del partido único. El rasgo que la hace única es abogar por un orden económico en el que todos reciban el pleno importe del trabajo realizado. Esa constitución económica lleva a empresas democráticas cooperativas, y no a estructuras económicas autoritarias con trabajo temporal, contratos de obra, sueldos paupérrimos y minijobs. Lleva a una política exterior pacífica, que busca asegurarse las materias primas con el comercio, y no con guerras de derechos humanos.

    Con ese transfondo resulta claro porqué SPD y Verdes vienen rechazando tajantemente desde hace años las repetidas ofertas de colaboración de la Izquierda. Los políticos del partido único alemán quieren arreglarse entre sí. Rechazan las reformas estructurales que podrían cambiar la constantemente creciente desigualdad en la distribución del bienestar y de las oportunidades en Alemania. Los programas electorales de la SPD y de los Verdes, que incorporan, más o menos desleídas, propuestas del Partido de la Izquierda, sirven sólo para enmascarar la realidad. Las electoras y los electores no deben percatarse de que detrás de esas proclamas no hay la menor intención de ponerlas por obra. Como dijo el otrora Gran Maestro de las campañas electorales socialdemócratas Franz Münterfering: “Es injusto valorar a los partidos, después de las elecciones, conforme a sus promesas electorales”.

    El susodicho campo de contienda electoral es una farsa. Las electoras y los electores tendrán la experiencia de un dejà-vu. Luego de las elecciones, todo será en Alemania como antes de las elecciones, cualesquiera que sean los políticos y las fracciones del partido único que formen el gobierno federal. Asombrosamente, los representantes de la economía alemana manifiestan a hurtadillas su preferencia por un gobierno federal roji-verde. El antiguo jefe de la BDI [la organización de la patronal industrial alemana], Keitel, lo resumió así: “Cuando un país necesita hacer reformas político-económicas, lo mejor es que el gobierno que las lleve a cabo no tenga un color político demasiado sospechoso de favorecer a los empresarios.”

    Oskar Lafontaine es Presidente del grupo de La Izquierda en el Parlamento del Sarre. Entre 2007 y 2010 fue el Presidente del Partido de La Izquierda

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    Traducción para www.sinpermiso.info: Miguel de Puñoenrostro