martes, 25 de junio de 2013

La Europa desquiciada en el actual contexto de la economía mundial

 

DE REMBRAND AL DESQUICIAMIENTO DE EUROPA,(La Guardia de Noche)

 

Yanis Varoufakis · · · · ·

24/06/13

 

La Eurozona fue diseñada para una economía mundial en la que los EEUU desempeñaban un papel crucial en el reciclaje de los excedentes globales por la vía de generar la demanda requerida por los exportadores netos del mundo entero. Cuando se desató la tormenta financiera de 2008 y los EEUU perdieron su capacidad para reciclar los excedentes netos del resto del mundo (incluida Europa), una unión monetaria carente de mecanismos estabilizadores esenciales resultó profundamente desestabilizada. ¿Pueden los dirigentes europeos proceder a un rediseño que ayude a Europa a sobrevivir en el nuevo “mundo feliz” en que nos ha precipitado la crisis financiera? ¿Y quieren?

La dependencia de la Eurozona respecto de unos EEUU insostenibles luego de 2008

Luego de que colapsara el sistema de Bretton Woods como consecuencia del tránsito de los EEUU de potencia globalmente superavitaria a potencia globalmente deficitaria, ocurrió algo de todo punto notable: por vez primera en la historia, la nación hegemónica incrementó su dominación por la vía de aumentar masivamente… sus déficits.

En efecto: a partir de los 70, los EEUU empezaron a absorber una parte creciente de los productos industriales excedentes del resto del mundo. Las importaciones netas norteamericanas eran, obvio es decirlo, las exportaciones netas de países excedentarios como Alemania, Japón y China; la fuente principal de la demanda agregada de esos países. A su vez, cerca de un 70% de los beneficios ingresados por los empresarios de las naciones excedentarias se canalizaban diariamente hacia Wall Street en busca de mayores rendimientos. Wall Street se servía entonces de ese aflujo de capital foráneo con tres propósitos: a) para suministrar crédito a los consumidores norteamericanos; b) como inversión directa en las corporaciones empresariales norteamericanas; y c) para comprar bonos del Tesoro estadounidense (es decir, para financiar el déficit público norteamericano).

Este sistema de reciclaje naufragó en 2008, porque Wall Street aprovechó ventajistamente la centralidad de su posición para construir colosales pirámides dedinero privado a partir de los beneficios netos que afluían a los EEUU procedentes del resto del mundo. Mientras duró, el proceso de creación de dinero privado por parte de los bancos de Wall Street –también conocido como financiarización—insufló mucha energía en el esquema de reciclaje, pues generó manantiales de renovada vitalidad financiera alimentando un permanentemente acelerado nivel de demanda en los EEUU, en Europa (cuyos bancos no tardaron en subirse al carro de la creación privada de dinero) y Asia. Ello es, empero, que eso mismo trajo consigo su caída.

Cuando, en otoño de 2008, las pirámides de dinero privado de Wall Street entraron en proceso de autocombustión, quedando reducidas a cenizas, se esfumó la capacidad de Wall Street para seguir “cerrando” el círculo del reciclaje global. El sector bancario norteamericano no pudo ya seguir aprovechando los dos déficits gemelos –el comercial y el presupuestario— para financiar una demanda en los EEUU suficiente para mantener en funcionamiento de las exportaciones netas del resto del mundo (un proceso de financiación que, hasta otoño de 2008, utilizaba los beneficios netos del resto del mundo generados por esas exportaciones netas). A partir de ese momento negro, resulta más y más difícil que la economía mundial recobre su pulso: al menos, sin un Mecanismo Global de Reciclaje del Excedente (MGRE) alternativo.

Volviendo a la creación de la Eurozona, dos observaciones son de rigor. La primera: la Eurozona fue instituida de forma tal, que eliminó los amortiguadores naturales deshoks de los Estados miembros que se integraron, lo que significaba que, cuando llegara un shock, el impacto sería masivo. No sólo ya no era posible amortiguar losshoks mediante la devaluación, sino que, encima, no se diseñó para le Eurozona ningún mecanismo de reciclaje que pudiera entrar en acción en caso de que alguna crisis financiera generara (como terminó ocurriendo) una contracción del crédito. Mientras los EEUU reciclaban activa y eficientemente los excedentes globales –manteniendo así la liquidez del sector bancario europeo, ya directamente (a través de flujos de instrumentos financieros en los bancos europeos), ya indirectamente (suministrando demanda a las exportaciones netas de los países europeos excedentarios, como Alemania)—, la falta de un mecanismo intraeuropeo de reciclaje del excedente pasó desapercibida. Sólo cuando se esfumó en 2008 la capacidad de Norteamérica para jugar su papel en el reciclaje del excedente, se dejaron sentir con toda su brutalidad los efectos del mal diseño de la Eurozona, sobre todo en su periferia.

En segundo lugar: tras desatarse la madre de todos los shocks en 2008, los dirigentes europeos se negaron a admitir que el diseño de su unión monetaria precisaba de urgente reconfiguración. Los dirigentes europeos se embrollaron entonces en “planes de rescate” ridículamente fragmentarios –el de Grecia es paradigma de idiocia— y se enzarzaron en infértiles debates sobre si tenía que haber más o menos austeridad, pasos más o menos rápidos hacia el control central de los déficits públicos, etc. De modo que la verdadera causa de la deriva de la Eurozona hacia la fragmentación, es decir, la falta de un efectivo mecanismo propio de reciclaje del excedente, fue completamente ignorada.

En una palabra: las elites europeas fueron incapaces de reconocer, antes y después de 2008, que su preciosa Eurozona parasitaba de la capacidad de los EEUU para reciclar los excedentes globales, incluidos, huelga decirlo, los excedentes europeos. A falta de un efectivo mecanismo propio de reciclaje del excedente, Europa quedó desquiciada luego del otoño de 2008, sigue hasta hoy negando lo obvio, y por consecuencia, se aferra a políticas que, o son irrelevantes dada la naturaleza de la eurocrisis, o resultan imposibles de poner por obra en el nuevo mundo pos-2008.

¿No podría Europa volver a depender de unos EEUU resurgentes?

El déficit comercial norteamericano, tras dos años de hundimiento, casi ha recuperado sus niveles anteriores a 2008. Sin embargo, los déficits norteamericanos, aun cuando recuperados tras el “revés” de 2008, no tienen ya la capacidad que otrora tuvieron para desempeñar el papel de reciclaje del excedente. No desde luego de una forma que alcanzara a restaurar las condiciones que pudieran permitir a la Eurozona regresar a su normalidad pre-2008.

Para entender por qué Norteamérica ha perdido su capacidad de reciclar las exportaciones netas de otros países al ritmo anterior a 2008, basta notar que en 2011 los EEUU generaban una demanda para las exportaciones netas del resto del mundo por un monto un 23,7% inferior a lo que habría ocurrido si no se hubiera producido el crash de 2008. En segundo lugar, y paralelamente, Norteamérica ha dejado de atraer –a través de Wall Street— el nivel de flujos de capital necesario para mantener el ritmo de inversiones pre-2008 en su sector privado. Para ser precisos: en 2011, los EEUU habían perdido el 56,48% de los activos propiedad de tenedores extranjeros (en comparación con el nivel a que apuntaban las tendencias antes del crash de 2008). La razón principal –y crucial— de ese abrupto declive fue que los flujos netos de capital exterior, que terminaban como préstamos a las corporaciones empresariales estadounidenses, cayeron drásticamente de 500 mil millones de dólares en 2006 a 50 mil millones de dólares en 2011.

En 2013 esas tendencias han cristalizado, ofreciendo una imagen devastadoramente simple. Por un lado, la Crisis no ha alterado la posición deficitaria de los EEUU. El déficit presupuestario federal es más o menos el doble, mientras que el déficit comercial norteamericano, tras una caída inicial, se ha estabilizado al nivel anterior. Sin embargo, los déficits estadounidenses ya no son capaces de amparar el mecanismo que mantenía planetariamente equilibrados los flujos globales de bienes y beneficios. Mientras que hasta 2008 Norteamérica fue capaz de absorber montañas de importaciones netas y bienes y un volumen similar de flujos de capital (de modo que ambos se equilibraban), eso ya no ocurre luego de 2008. Los mercados norteamericanos se están tragando un 24% menos de importaciones netas (generando, pues, sólo el 66% de la demanda a que el resto del mundo estaba acostumbrada antes del crash de 2008) y están atrayendo al sector privado norteamericano un 57% menos de capital de lo que sería el caso si Wall Street no hubiera colapsado en 2008.

En suma: los únicos restos que quedan del tipo de economía global en que floreció la Eurozona antes de 2008 son los todavía acelerados flujos de capital foráneo que van a parar a la deuda pública norteamericana: palmaria prueba del desorden mundial en esta época tumultuosa en la que el dinero busca desesperadamente puerto seguro en el regazo de la moneda de reserva. Pero mientras el resto del mundo reduzca sus inyecciones de capital en el sector empresarial norteamericano y mientras Norteamérica reduzca sus importaciones de las exportaciones netas del resto del mundo, de una cosa podemos estar totalmente seguros: la Eurozona no puede depender de los EEUU para que le suministre, como antes de 2008, el nivel de demanda agregada necesaria para mantener el espejismo mercantilista de la Europa Germánica, es decir, de una Europa que se comportara como una Gran Alemania, reaccionando a las caídas de demanda global por la vía de estimular sus exportaciones netas e, internamente, contraer sus salarios.

Divididos por una moneda común

Hay que poner verdadero empeño para presentar falsariamente la eurocrisis dando a entender que la insolvencia de países como Irlanda, España e Italia tiene básicamente que ver con la prodigalidad fiscal (recuérdese que España tenía una deuda inferior a Alemania en 2008, y que Italia tenía déficits presupuestarios claramente inferiores). La verdadera causa del desastre de la Eurozona radica en la sobredependencia macroeconómica que desde su fundación ha tenido respecto de la capacidad económica de los EEUU para generar demanda suficiente para las exportaciones netas de la Eurozona. Una vez que Wall Street implotó y se esfumó por doquiera la liquidez, dos efectos pusieron a Europa de rodillas:

Uno fue la secuencia de abrazos mortales entre bancos en bancarrota y Estados insolventes (empezando por Grecia, luego a Portugal, hasta llegar el turno de Italia y España). Otro fue: a) la determinación de Europa de atarse a lo que yo llamo elprincipio de las deudas perfectamente separadas; y b) la reluctancia de los políticos nacionales a desafiar a sus banqueros nacionales instituyendo un esquema de resolución bancaria a nivel de la Eurozona, un esquema respecto del cual los políticos nacionales no pudieran decir ni pío.

La cuestión reveladora es entonces la que sigue: ¿por qué esa resistencia, particularmente alemana, a cualquier iniciativa para terminar con la eurocrisis? La respuesta común es que Alemania no quiere pagar las deudas de la periferia y se resistirá a toda iniciativa de tipo federalizante (por ejemplo, a una unión bancaria propiamente dicha), hasta que se convenza de que sus socios actúan financieramente de modo responsable. Aunque esto capta bien la mentalidad de muchos europeos septentrionales, está fuera de lugar. Lo cierto es que no faltan propuestas para poner fin a la crisis bancaria, reducir drásticamente la deuda pública a largo plazo de la Eurozona e introducir el mecanismo de reciclaje de excedentes que falta, reduciendo simultáneamente de forma substancial las cargas sobre el contribuyente alemán.

Entonces, ¿por qué la Europa Septentrional, es decir, las naciones excedentarias de la Eurozona, están tan resueltas a mantener una arquitectura diseñada para una época en la que los EEUU jugaban un papel que ya no pueden seguir jugando? Yo me temo mucho que hay dos poderosas razones inextricablemente unidas y de todo punto irracionales. La primera me fue revelada por uno de los consejeros económicos más allegados a la Cancillería alemana. Su sencilla explicación era que instituir un mecanismo de reciclaje de excedente propiamente europeo (como el denuestra Modesta Proposición) significaría que Alemania nunca sería capaz de abandonar la Eurozona en el futuro. Significaría, en efecto, desprenderse de la carta Me-Largo-De-Aquí que ahora mismo sólo poseen de verdad las naciones excedentarias (puesto que las naciones deficitarias saben que una salida del área de la moneda común significaría una masiva fuga de capitales y el consiguiente colapso de su sector bancario). “No es, claro está, que la Canciller alemana quiera usar esa carta para salir de la Eurozona”, prosiguió mi interlocutor. “No, le gusta tenerla porque el Presidente de Francia no la tiene, como no la tienen tampoco los primeros ministros de Italia y de España, lo que le confiere a ella un grado exorbitante de poder negociador en el Consejo Europeo, en el Eurogrupo, etc.”

En una palabra: la tragedia europea es que quienes tienen el poder para resolver la crisis substituyendo el roto mecanismo norteamericano de reciclaje del excedente (al menos internamente, dentro de Europa), perderían buena parte de su poder político en Europa si se sirvieran efectivamente de ese poder.

La segunda razón viene a reforzar la primera. En los tres últimos años, la opinión pública alemana ha llegado a convencerse de que Alemania ha escapado a lo peor de la Crisis gracias a las virtudes de ahorro y laboriosidad del pueblo alemán, en vivo contraste con la prodigalidad de los meridionales, presentados como cigarras que no hicieron provisiones por si los vientos de las finanzas se tornaban fríos y desagradables. Esa mentalidad va de la mano de una gazmoñería moral que instila en los corazones y en las mentes de las buenas hormiguitas una tendencia a exigir el castigo de las cigarras, aun si castigarlas redunda a largo plazo en la autopunición. Ven los bajos intereses de los bonos alemanes como un premio al probo ahorro, antes que como prueba de una fuga de capitales del resto de la Eurozona causada por la desintegración de la misma en la periferia.

Esa misma mentalidad se ve robustecida por una radical incomprensión del mecanismo que mantuvo la salud de la Eurozona y el excedente de Alemania antes de 2008: la vitalidad de la demanda norteamericana de bienes alemanes, holandeses, chinos y japoneses. Ella permitió a países como Alemania y Holanda seguir siendo exportadores netos de capital y de bienes de consumo dentro y fuera de la Eurozona (al tiempo que importaban de la periferia de la Eurozona demanda para sus bienes procedente los EEUU).

Conclusión

Recapitulemos: antes de 2008, los EEUU operaban como un gigantesco aspirador que atraía a su territorio un volumen desapoderado de exportaciones netas y de beneficios procedentes del resto del mundo. Ese mecanismo de reciclaje del excedente resultaba esencial para el mantenimiento en pie de la defectuosa construcción de la Eurozona. Desaparecido de la escena ese mecanismo, el área europea de la moneda común debía imperiosamente, o ser rediseñada, o entrar en un largo y penoso período de desintegración. La incapacidad de los países excedentarios europeos para aceptar que, en el mundo pos-2008, resulta necesaria una u otra forma de reciclaje del excedente –algunos de sus propios excedente deben entrar en ese reciclaje—, es la razón de que Europa parezca ahora un caso de alquimia inversa: mientras que el alquimista buscaba la transmutación del plomo en oro, los alquimistas inversos europeos empezaron con oro (un proyecto de integración orgullo de sus elites) y pronto terminarán con el equivalente institucional del plomo. A menos, claro está, que un adarme de racionalidad se cuele en la mente colectiva de los desventurados dirigentes europeos antes de que las placas tectónicas entren en deriva irreversible contra una moneda común que ahora divide a las orgullosas naciones europeas.

Yanis Varoufakis es un reconocido economista greco-australiano de reputación científica internacional. Es profesor de política económica en la Universidad de Atenas y consejero del programa económico del partido griego de la izquierda, Syriza. Actualmente enseña en los EEUU, en la Universidad de Texas. Su último libro, El Minotauro Global, para muchos críticos la mejor explicación teórico-económica de la evolución del capitalismo en las últimas 6 décadas, acaba de ser publicado en castellano por la editorial española Capitán Swing, a partir de la 2ª edición inglesa revisada. Una extensa y profunda reseña del Minotauro, en SinPermiso Nº 11, Verano-Otoño 2012.

Traducción para www.sinpermiso.info: Mínima Estrella

Italia: ¿por qué cambiar la Constitución republicana?

 

¿Es esta la plaza del pueblo?

Rossana Rossanda · · · · ·

23/06/13

¿Por qué orientarse a toda prisa hacia la reforma constitucional? ¿Por qué no hay más leyes que se adecúen a la Constitución, sino que es ésta la que debe plegarse a los dictados neoliberales? Y la obsesión de la “gobernabilidad” guía la nueva ley electoral. Detrás de los “acuerdos amplios”, el rediseño constitucional pisotea la democracia

No creo que ninguna de las democracias europeas tenga prisa por cambiar la Constitución propia como Italia. Abre uno el periódico y se encuentra día sí, día no el anuncio de modificaciones urgentes. El sábado pasado, el Presidente de la República nos ha informado de que cuidará de los tiempos de los cambios, que desea muy rápidos: aunque en un sistema como el nuestro, a decir verdad, su cometido no sería cuidarse de los plazos de los cambios sino de la fidelidad y permanencia de la ley fundamental sobre la cual se ha incardinado nuestra República.

Y por tanto de discutir, antes que ninguna otra cosa, si son necesarios los cambios, o bien, por el contrario, representan un vulnus [daño] a la imagen fundamental que nos hemos dado después del fascismo. ¿Qué es lo que habría cambiado en nuestra sociedad hasta el punto de tener que cambiar los principios establecidos en 1948? La verdad es que, como se ve fácilmente, ha cambiado sobre todo el punto de vista dominante sobre la estructura social, como si el triunfo del neoliberalismo sobre una implantación que era, como por doquier en Europa, más bien keynesiana, comportase no la adecuación de las leyes normales a los principios constitucionales – como debería ser – sino lo contrario. Es un problema, más bien – digámoslo – una “enfermedad” que debería hacer reflexionar.

De hecho, la primera parte de la Constitución de 1948, faltando por lo general una reglamentación legislativa, sigue siendo puramente optativa: que sea una republica fundada en el trabajo no es más que un buen deseo, como el derecho de cada uno a tener un empleo o una casa. La primera república ha vivido en su mismo interior el choque entre quien quería hacer efectivos estos principios y quien se oponía a ellos: han permanecido en gran parte irrealizados. La segunda o tercera república (depende de los puntos de vista) da en moverse bien a derecha, bien a izquierda, para modificar la segunda parte de la Constitución, es decir, el orden institucional italiano. Ya lo ha hecho sobre el Título V un gobierno de centroizquierda y ahora el de “acuerdos amplios” parece todo tentado nada menos que por el presidencialismo, preferiblemente “a la francesa”, porque parezca menos rígido, en la medida en que obliga al presidente, elegido por sufragio universal, a tener, sin embargo, el acuerdo del parlamento, aunque sea elegido por una mayoría diversa.

En verdad la francesa, ideada por De Gaulle, es una monarquía con ropaje republicano, bastante laica, pero en la cual honores y cargas son evidentísimos. Probablemente, De Gaulle la ha querido para hacer la paz en Argelia sin tener que pasar por las Cámaras, como ha abolido Mitterrand la pena de muerte. Pero se ha conseguido, y permanece, una clamorosa disminución del papel del Parlamento. Si Italia debe seguir esta vía, me parece elemental que deba discutirse de ello, al menos todo lo que discutieron los padres constituyentes; no sería decente que los “acuerdos amplios” entre dos o tres partidos grandes lo decidieran todo.

Por cuenta mía, como simple ciudadana que viene de lejos, pienso que ha de abrirse la discusión de inmediato y estoy lejos de creer que el presidencialismo sea una buena solución a problemas y obstáculos todos ellos políticos, y en absoluto institucionales. Resulta hasta estupefaciente que hoy muchos movimientos y todos los partidos, no sólo los Cinco Estrellas, pidan al máximo volver a acercar la política a los ciudadanos y el máximo de poder en las manos de uno solo, como sería con el presidente. Y la paradoja de la confusión que reina hoy. Y se debe al hecho de que los partidos, considerados por la Constitución canales necesarios de la representatividad, se han convertido por el contrario en el cuello de botella a través del cual queda constreñida la representación con los relativos defectos, cuando no la ilegalidad. En contra de sí mismos, los partidos no han aceptado hasta ahora dotarse de estatutos y de reglas que garanticen realmente la transparencia pero podrían dotarse de ellas.

Esto vale también para la financiación, que podría ser no sólo reducida sino sobre todo tal que garantizara que el sistema de partidos se renovase, en lugar de que, como ahora, reprodujera solamente a los fuertes. ¿Cómo puede presentarse hoy un partido nuevo? Son las elecciones las que confirman o desmienten la legitimidad y el papel, toda la cuestión del “voto útil” queda aquí empantanadas: si de partida en cada elección los diversos partidos están en distinta posición de fuerza  y de medios, es evidente que queda falseada toda competencia: ninguna competición deportiva aceptaría un sistema análogo. Por lo cual tenemos pocos grandes partidos dificilísimos de corroer y pequeñas formaciones que no llegan a afirmarse, o bien – variante que preocupa a unos y otros – derivas populistas, del todo ajenas a cualquier regla, generalmente en manos de un par de jefazos, más o menos carismáticos, alborotadores e incontrolados.

La dificultad de dotarse de una ley electoral que no sea la actual obra maestra de Calderoli [el controvertido y tramposo “Porcellum” ] viene de esta situación preliminar. Resulta sorprendente como se la acepta, como si fuese una necesidad y no una violación de ese principio constitucional por el cual todo ciudadano es igual en el voto y debería por tanto ser igual en el derecho a hacerse representar. Desde hace unos cuantos años, sea a derecha, sea a izquierda, este principio ha quedado abatido por la prioridad concedida al principio de “gobernabilidad”: en pobres palabras, eso significa rebasar la representación integral para asegurar artificialmente, a través de diques o premios, a una minoría expresada por el voto una mayoría de escaños en las instituciones legislativas. Que no se llegue a ello, porque desde casi ningún lado se quiere, ni siquiera a reducir el premio de mayoría actual, que desplaza del todo la representación, parece completamente sorprendente. ¿De qué democracia estamos hablando? ¿Es Italia realmente una democracia parlamentare o una oligarquía formada por las cúpulas de algunos grandes partidos, que dominan las instituciones? Alguien como yo piensa que los partidos son necesarios para reagrupar y ordenar las diversas ideas de sociedad y las medidas legislativas que se desprenden de ello: pero no son del todo la democracia en sí. Este es el problema principal de hoy e implica que se plantee de nuevo qué entendemos por democracia en 2013. El documento de Fabrizio Barca, que nadie discute en el  Parlamento, afronta de modo interesante el paso – que parece obligado – entre democracia representativa y formación del Estado. Paso que quedaría eliminado si se reconociese la diferencia radical entre el papel de los partidos y el papel, más bien naturaleza, del Estado.

Hasta aquí el cambiar o mantener la Constitución parece un tema que se remite a los órdenes institucionales, que son también esenciales, pero no se trata sólo de éstos. Toda la estructura de los derechos sociales depende de ello, ya que es evidente que lo que llamamos un tanto aproximativamente el welfare se expresa de modo diferente de acuerdo con las diferentes ideologías, a saber, la consciencia de sí y la propuesta de orden institucional y de sociedad que avanzan las diversas partes políticas y “sociales”. La ideología capitalista tiende a reducir el welfare, es decir, los derechos vitales de los ciudadanos, no sólo respecto al Estado sino a los poderes económicos: la izquierda más o menos socializante tiende, más bien  – a decir verdad, tendía –, a ampliarlo; la ideología “liberal”, a restringirlo.

Se deriva de ello una idea diversa, por no decir antagonista, de las principales reglas económicas: la derecha quiere reducir al mínimo la fiscalidad, entendida como presencia de un estado regulador con el objetivo de reducir las desigualdades. La izquierda tiende a ampliarla en sentido progresivo (con la excepción de la hipótesis comunista, que estaría también ella en línea con el principio antiestatalista, pero en concreto nunca ha llegado a serlo, es decir, a expresar un sistema de reglas que no sean “el Estado”). El mismo razonamiento vale para la política “económica”: la derecha quiere dejarla enteramente a la mano invisible del mercado, la izquierda la querría (la quería) capaz de enderezar las desigualdades en nombre del primado de la equidad (en qué medida es vago este concepto es otro discurso).

Inútil decir que las demás políticas “sociales” se siguen de ello. Predicar que entre ellas deban prevalecer “los acuerdos amplios” significa presumir la existencia de un interés común que en realidad no existe y, en la mejor de las hipótesis, dejar las cosas como están, a saber, en Italia, a un vasto predominio de los intereses constituidos del capital, hoy dominado por las finanzas; intereses que – está ya claro – no significan ni siquiera garantía de un crecimiento productivo, quizás cruel pero seguro. He aquí como a los ojos de una simple ciudadana se presenta el tema de las reformas institucionales y en ellas el del presidencialismo. Vale la pena, más bien es urgente, discutirlo del modo más claro y más a fondo. Puede suceder de hecho que las mismas premisas de las que parte la ciudadana abajo firmante deban ser objeto de discusión; pero entonces es necesario hacerlo del modo más explícito.

Rossana Rossanda es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso

Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón

jueves, 13 de junio de 2013

Palabra de Rajoy

Julia Navarro 12/06/2013

  Web oficial Julia Navarro

"El paso que de verdad debería de dar no es solo no subirlo sino bajar el IVA"

El presidente lo ha dejado dicho en sede parlamentaria: no piensa subir el IVA ni aumentar la edad para cobrar la jubilación. Yo sin embargo me permito ser escéptica, no porque crea que el Presidente quiera engañarnos a los ciudadanos, sino porque si desde Bruselas tocan la trompeta y nos mandan subir el IVA, entonces Rajoy lo subirá. En cuanto a la reforma del sistema de pensiones tampoco las tengo todas conmigo. El famoso comité de expertos ya ha aconsejado que se congelen y además subir la edad de jubilación, es decir, lo mismo que se postula desde la UE. 
La verdad es que la subida del IVA está teniendo efectos demoledores sobre la economía, sencillamente porque todo es mucho más caro y así es difícil que nadie se anime a consumir.
   La subida del IVA en la cultura es un claro ejemplo del fracaso de esta medida. Por ejemplo, ahora vamos menos al cine que antes. Por no hablar de que compramos menos libros, o vamos menos al teatro.
   La crisis está afectando a todos los sectores, entre ellos la investigación y la cultura. Yo no sé como no se les cae la cara de vergüenza a nuestros responsables políticos cada vez que sale un investigador denunciando que se tiene que ir al extranjero a continuar con su trabajo, o que por falta de presupuestos se han suprimido determinados programas de investigación.
   Un país que no invierte en investigación no tiene futuro, y en nuestro país ningún Gobierno, y éste menos que los otros, se ha tomado en serio la investigación. Parece que la apuesta e es que seamos un país de servicios en vez de un país puntero en investigación y desarrollo. Lo dramático es que además tenemos muchos jóvenes con talento a los que el sistema les obliga a emigrar.
   Pero volvamos al IVA, hemos llegado a un punto en que la subida de impuestos está ahogando nuestra economía, de ahí que sea bienvenida la iniciativa del presidente extremeño, José Antonio Monago, que va a bajar los impuestos al 90% de sus conciudadanos ¡ahí es nada¡.
   Ya digo que Mariano Rajoy a preguntas del portavoz de CiU, Josep Antoni Duran LLeida, ha afirmado ante el pleno del Congreso que no piensa subir el IVA. Ojalá cumpla, pero no solo eso, el paso que de verdad debería de dar no es solo no subirlo sino bajar el IVA y el resto de los impuestos a esa gran mayoría de ciudadanos que viven de las rentas de su trabajo. Eso sí, puestos a buscar dinero de los contribuyentes, seguro que lo encontrara en las Sicavs o entre las grandes fortunas.

lunes, 3 de junio de 2013

UN AVISO DESDE ITALIA

 

El no voto y los acuerdos amplios

Rossana Rossanda · · · · ·

02/06/13

PALACIO DEL QUIRINAL, ROMA

La chapuza y las polémicas de estos días sobre la reforma de la ley electoral son el tornasol de esa escasa credibilidad de la política que está en la raíz del abstencionismo en ascenso. Y es posible que la próxima vez no vayan a votar ni siquiera aquellos que fueron en las últimas elecciones.

Toda la Italia respetable se ha escandalizado a causa de la vastedad del abstencionismo [en las elecciones municipales del 26 y 27 de mayo]: en Roma ha votado un elector de cada dos, en el conjunto del país, menos de dos de cada tres. Hay quien grita por la crisis de la democracia, pero está quien, como la abajo firmante, considera este abstencionismo triste, pero del todo comprensible, hasta signo de normalidad.

Veamos. Al formar el gobierno de acuerdos amplios, el primer ministro Enrico Letta había declarado que de todos modos hacía falta prever un ardid de modificación de la ley electoral conocida como "porcellum" para que en caso de infarto de los acuerdos amplios se pudiera ir a las elecciones con un sistema no tan indecente. Parecía por lo tanto evidente que el parlamento se pusiera enseguida a ello, incluso lo primero de todo. Anna Finocchiaro [1] , diligente, ha vuelto a presentar la fórmula ya avanzada en el pasado que parece la más sencilla: un retorno al sistema electoral precedente, el Mattarellum [2].  Salvo que Silvio Berlusconi ha hecho saber que si se reforma la ley electoral antes que toda la ordenación institucional, hace caer al gobierno: esta es su concepción de los acuerdos amplios, tan queridos por Giorgio Napolitano. Rápidamente el gobierno, y dentro de él el PD, retira la propuesta y aceptará una supercomisión que trabaje al menos 18 meses para reformar, no se sabe dentro de qué límites, la Constitución de la República en su parte segunda (la primera ya ha quedado bien superada en los hechos). Un diputado del PD, Roberto Giachetti [3] , vicepresidente de la Cámara, no se conforma y vuelve a presentar un proyecto de ley que regresa, grosso modo, al Mattarellum. Truenos y relámpagos. La misma Finocchiaro lo considera un acto de prepotencia poco menos que subversiva. Ayer la Cámara vota contra el diputado, no sin dividirse. División que pasa manifiestamente por el interior del Partito Democratico.

¿Por qué tendría el elector normal que haber entendido algo de esta desvergonzada chapuza? Y si ha comprendido el meollo de la cuestión, es decir, que por acuerdos amplios se entiende "lo que admite Berlusconi", ¿por qué tendrían que aceptarlo todos los italianos? No se trata de un compromiso sino de un sistema de chantaje en manos del Cavaliere.

Si el gobierno y el Quirinal no comprenden que es imposible tomarles el pelo de este modo a los ciudadanos, quiere decir que están bien lejos no sólo del sentido común de la política sino del buen sentido y la limpieza de gestión de la llamada gobernabilidad. La proxima vez puede suceder que no vayan a votar ni siquiera los que han ido esta vez.