lunes, 23 de febrero de 2015

JUEGO DE CARTAS CON UCRANIA

 


¿Qué se juega Europa en Ucrania?

Àngel Ferrero · · · · ·

“Queremos crear seguridad en Europa con Rusia, no contra Rusia.” Estas declaraciones de Angela Merkel en la última Conferencia de Seguridad de Múnich son prácticamente un calco de una intervención del portavoz de La Izquierda en el Bundestag, Gregor Gysi, en marzo de 2014. “Adopte una postura positiva –dijo Gysi, interpelando directamente a la canciller– para que podamos tener una Europa no contra ni sin Rusia, sino con Rusia. De lo contrario nuestra seguridad quedará en nada.” ¿Qué ha ocurrido en ese intervalo de tiempo de casi un año para que Merkel haga suyas las palabras de la oposición?

Las economías alemana y francesa, ya afectadas por la crisis económica en la eurozona, se resienten por el conflicto en Ucrania. Eckhard Cordes, presidente de la Ost-Ausschuss der Deutschen Wirtschaft –la asociación de los empresarios alemanes con intereses en Rusia–, advirtió a finales de enero que una caída de un 20% de las exportaciones a Rusia podría comportar la destrucción de 60.000 de los 300.000 puestos de trabajo que se calcula que dependen directamente de las relaciones comerciales con este país. Por su parte, el veto ruso a las importaciones de carne, frutas, hortalizas, pescado, queso y productos lácteos aprobado en respuesta a las sanciones occidentales pasa factura a la agricultura gala. Francia exportó a Rusia mil millones de euros en productos agrícolas en 2013: era, por ejemplo, el segundo país europeo después de Polonia en la exportación de manzanas a Rusia, exportó carne de cerdo por valor de 150 millones de euros y productos lácteos por 119 millones en 2013. La cancelación de la entrega de dos buques portahelicópteros clase Mistral, valorados en 1.200 millones de euros, se ha convertido en la prensa francesa en el símbolo del bumerán que ha supuesto para la Unión Europea la política de sanciones a Rusia. Además del veto ruso a las exportaciones agrícolas, las sanciones occidentales han contribuido a la devaluación del rublo, y con ello, a la pérdida de poder adquisitivo de muchos rusos, afectando negativamente al consumo interno o el turismo.

Por otra parte, tanto François Hollande como Angela Merkel se enfrentan a una creciente presión política en sus respectivos países. En Francia, con el ascenso del Frente Nacional; en Alemania, con el de Alternativa para Alemania (AfD) y las recientes manifestaciones de Pegida, que son una muestra de descontento ciudadano canalizado a través de la xenofobia. En los medios alemanes se rumorea que empresarios con intereses en Rusia se encuentran entre quienes financian a AfD y Pegida como medida de presión política.

En este pulso entre bloques con Ucrania como tablero, el gobierno ruso cuenta con algunas cartas a su favor. A diferencia de Alemania y Francia, el Kremlin cuenta con una débil oposición interna. Además del mayor control sobre el flujo informativo y la oposición política, su población es más resistente a las crisis debido a su experiencia histórica reciente y a su miedo a regresar a una situación como la que vivió en los noventa. El gobierno ruso ha intensificado también en los últimos meses sus contactos en Oriente Próximo y Asia, a la espera de que los conflictos internos de la UE obren en su favor. Y en caso de que todo falle, a Rusia le queda el botón nuclear, que no son los misiles intercontinentales, sino la economía: si Rusia cae, arrastra a todos los demás en su caída.

Ambas partes se han conducido a sí mismas a una posición difícil. La búsqueda a una salida al conflicto en Ucrania probablemente acabe pasando por la aceptación de la reincorporación de Crimea a territorio ruso, cuya renuncia por parte de Rusia sólo significaría una crisis interna de dimensiones desconocidas y quizá la llegada al poder de un impredecible gobierno revanchista. Por lo demás, en Rusia no existe ningún actor político lo suficientemente maduro ni con el suficiente apoyo popular como para sustituir a Putin y su gobierno, cuyos índices de aprobación siguen siendo elevados. Las sanciones no sólo no han hecho mella en la moral de amplios sectores de la población, sino que han contribuido a galvanizarla, aumentando la sensación de que Occidente trata de aislar, e incluso humillar a Rusia.

Descontento hacia los planes de austeridad en Kiev

Un acuerdo de esas características, cuya forma definitiva habría de concretarse para que nadie pareciese salir perdiendo del mismo, probablemente también pasaría por el reconocimiento de un nuevo “conflicto congelado”, con la aparición de un Estado no reconocido –Novorrossiya–, cuya mera existencia sería un recuerdo de que, de reanudarse las hostilidades, podría extender sus fronteras hasta el óblast de Kherson para proteger la frontera con Crimea, sino hasta Odesa, privando a Ucrania de acceso al Mar Negro y algunas de las regiones económicamente más importantes. Estabilizar políticamente a Nueva Rusia, en cualquier caso, no supondría ningún problema, pues Rusia cuenta ya con la experiencia de Transnistria, Abjasia y Osetia del Sur. La patata caliente pasaría a estar, por lo tanto, sobre el tejado del gobierno de Kiev.

El primer ministro ucraniano, Petró Poroshenko, no sólo puede enfrentarse a una oposición política cada vez mayor –luego de no haber cumplido varias de sus promesas electorales, como cerrar el canal 5 de televisión de su propiedad–, sino a un descontento popular que va ya en aumento. El Fondo Monetario Internacional (FMI) anunció el 12 de febrero un nuevo acuerdo de financiación, por el cual la institución desembolsará más de 21.000 millones de euros condicionados a una larga lista de reformas y ajustes que se sumarán a los ya realizados, como las subidas del precio del gas y del combustible para la calefacción –cuyo precio se quintuplicará en cuatro años– y la libre fluctuación del tipo de cambio de la divisa ucraniana, a raíz de la cual la grivna ha perdido casi la mitad de su valor frente al dólar y el euro en un año. Según un reciente artículo de la fundación Friedrich Ebert, vinculada a la socialdemocracia alemana, la economía ucraniana está en caída libre, la inflación ronda el 30%, la producción industrial –con uno de sus principales motores, la cuenca del Donbás, apagado por el conflicto– ha descendido y la financiación de su deuda ya no puede llevarse a cabo en los mercados, sino a través del FMI, el Banco Europeo de Reconstrucción y la UE. Miles de salarios y pensiones no se pagan desde hace meses.

Las difusas reivindicaciones económicas del Maidán, limitadas a las llamadas a luchar contra la corrupción, ofrecen pocas esperanzas de cambio a la población ucraniana. Según los pronósticos del FMI, el gasto público caerá 4,8 puntos, un nivel similar al del gobierno griego entre 2010 y 2014. La diferencia estriba en quién plantará cara a los planes de austeridad en Ucrania. Desde que comenzó el conflicto, los sindicatos vienen sufriendo constantes daños materiales y pérdidas económicas, debilitándolos aún más si cabe con respecto a su posición anterior. Quedan pocas vías, pues, que canalicen este descontento, y ello en un país con un conflicto militar que ha visto cómo en los últimos meses aparecían por doquiera grupos paramilitares de extrema derecha y ejércitos privados financiados por oligarcas, cuyo control por parte de Kiev no siempre parece claro. El pasado domingo, el líder de la formación neofascista Pravy Sektor Dmitro Yarosh anunció en su página web que no acataría los acuerdos de Minsk y ordenaría a sus militantes continuar con los combates “hasta expulsar a los invasores rusos” y “liberar todos los territorios ucranianos”. El 9 de febrero, un grupo de manifestantes encapuchados quemó neumáticos frente al Ayuntamiento de la capital en protesta contra el aumento de las tarifas de transporte. El pasado viernes Poroshenko fue abucheado a su llegada a la Plaza de la Independencia de Kiev, donde se conmemoraba el primer aniversario de la revuelta, dos días después de que el Ejército ucraniano hubiese sufrido una dolorosa derrota a manos de las milicias de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk en Debáltsevo. Quién sabe si, a este paso, Kiev no acabará viendo un Antieuromaidán.

(Este artículo es una versión ligeramente ampliada del aparecido en el diario Gara el pasado lunes 16 de febrero.)

Ángel Ferrero es miembro del comité de redacción de Sinpermiso

UNAS RECETAS ECONÓMICAS URGENTES

 

 

 

 

 

 

 

 

No es momento de juegos en Europa

Yanis Varoufakis · · · · ·

 

Escribo este artículo en un aparte de una negociación crucial con los acreedores de mi país, una negociación cuyo resultado puede marcar a una generación y demostrar que constituye incluso un punto de inflexión para el experimento que Europa desarrolla con la unión monetaria.

Los especialistas en teoría de juegos analizan las negociaciones como si fueran juegos en los que partir trozos de tarta entre jugadores egoístas. Debido a que he pasado muchos años investigando sobre teoría de juegos en mi pasada vida de profesor universitario, algunos comentaristas se han apresurado a suponer que, como nuevo ministro de Economía griego, andaba yo afanosamente ocupado en idear faroles, estratagemas y opciones externas, debatiéndome por mejorar un baza endeble.  

Nada podría estar más alejado de la verdad.

Si de algo me ha convencido mi formación en teoría de juegos es que sería una auténtica locura pensar en las actuales deliberaciones entre Grecia y nuestros socios como un juego de negociación que se ha de ganar o perder por medio de faroles o subterfugios tácticos.

El problema de la teoría de juegos es que, tal como solía decirles a mis alumnos, da por descontados los motivos de los jugadores. Cuando se trata del póker o del "blackjack", este supuesto no plantea problemas. Pero en las actuales deliberaciones entre nuestros socios europeos y el nuevo gobierno griego, lo más esencial reside en anticipar nuevos motivos. Crear una actitud mental que transcienda las divisiones nacionales, disuelva la distinción acreedor-deudor en favor de una perspectiva paneuropea y sitúe el bien común europeo por encima de las pequeñeces políticas, un dogma que se demuestra tóxico si se universaliza y que se cifra en una mentalidad de nosotros contra ellos.  

Como ministro de Economía de un país pequeño, fiscalmente agobiado, que carece de banco central propio y que es visto por muchos de sus socios como un deudor problemático, estoy convencido de que solo tenemos una opción: rehuir cualquier tentación de tratar este momento crucial como un experimento de estrategia y presentar con honradez, por el contrario, los datos referentes a la economía social de Grecia, someter a discusión nuestras propuestas para que vuelva a crecer Grecia, explicar por qué van en interés de Europa y revelan las líneas rojas que la lógica y el deber nos impiden cruzar.

La gran diferencia entre este gobierno griego y otros anteriores es doble: estamos decididos a enfrentarnos a poderosos intereses creados con el fin de que Grecia se reinicie y ganarnos la confianza de nuestros socios. Estamos decididos a que no se nos trate como una colonia por deudas que debería sufrir lo que sea necesario. El principio de la mayor austeridad para la economía más deprimida resultaría pintoresco si no causara tantos sufrimientos innecesarios.

A menudo me preguntan: ¿qué pasa si la única manera de asegurarse financiación consiste en cruzar tus líneas rojas y aceptar medidas que consideras parte del problema, más que de su solución? Fiel al principio de que no tengo derecho a marcarme faroles, mi respuesta es: no vamos a cruzar las líneas que hemos señalado como rojas. De otro modo, no serían de verdad rojas sino puro farol.

Pero, ¿qué pasa si esto le ocasiona a su pueblo grandes penurias?, me preguntan. Seguramente debe usted ir de farol.  

El problema de esta línea de argumentación es que supone, siguiendo la teoría de juegos, que vivimos en la tiranía de las consecuencias. Que no se da ninguna circunstancia cuando debemos hacer lo que es correcto, no como estrategia sino sólo porque es…lo correcto.    

Contra ese cinismo, el nuevo gobierno griego va a introducir innovaciones. Desistiremos, sean cuales fueren las consecuencias, de llegar a acuerdos que sean perjudiciales para Grecia y perjudiciales para Europa. Se acabará el juego de "ampliar y fingir" que comenzó después de que la deuda pública de Grecia se volviera imposible en 2010. No más préstamos, no hasta que tengamos un plan creíble para que crezca la economía con el fin de reembolsar esos préstamos. Para ayudar a que la clase media se ponga en pie de nuevo y encaremos la espantosa crisis humanitaria. No más programas de "reformas" que toman como blanco a los pensionistas pobres y las farmacias familiares mientras dejan sin tocar la corrupción a gran escala.

Nuestro gobierno no pide a nuestros socios una salida para no reembolsar nuestras deudas. Pedimos unos pocos meses de estabilidad financiera que nos permitan embarcarnos en la tarea de las reformas que la amplia mayoría de los griegos puede admitir y apoyar, de modo que podamos reanudar el crecimiento y terminar con nuestra incapacidad de pagar lo que debemos.

Se puede pensar que esta retirada de la teoría de juegos viene motivada por alguna agenda de izquierda radical. No es el caso. En esto la influencia principal proviene de Immanuel Kant, el filósofo alemán que nos enseñó que lo racional y lo libre huyen del imperio de la propia conveniencia obrando de modo correcto.

¿Cómo sabemos que nuestra modesta agenda política, que constituye nuestra línea roja, es correcta en términos kantianos? Lo sabemos mirando a los ojos de los hambrientos de las calles de nuestras ciudades o contemplando a nuestra agobiada clase media, o tomando en cuenta los intereses de la gente que trabaja duro en cualquier pueblo o ciudad de Europa dentro de nuestra unión monetaria. Al fin y al cabo, Europa solo recobrará su alma cuando recupere la confianza de la gente poniendo sus intereses en el centro de la escena.

Yanis Varoufakis, ministro de finanzas de Grecia, es un reconocido economista greco-australiano de reputación científica internacional. Es profesor de política económica en la Universidad de Atenas y consejero del programa económico del partido griego de la izquierda, Syriza. Actualmente enseña en los EEUU, en la Universidad de Texas. Su último libro, El Minotauro Global, para muchos críticos la mejor explicación teórico-económica de la evolución del capitalismo en las últimas 6 décadas, fue publicado en castellano por la editorial española Capitán Swing.

Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón

jueves, 19 de febrero de 2015

EL PENSAMIENTO DE OSKAR LAFONTAINE

Resultado de imaxes para OSKAR LAFONTAINE


Oskar Lafontaine, un alemán lúcido

Rafael Poch
La Vanguardia


El relato de política exterior que hacen nuestros políticos y medios de comunicación es una "construcción de mentiras", dice Oskar Lafontaine, uno de los políticos más lúcidos del viejo continente. Lafontaine menciona las declaraciones que la canciller Angela Merkel repite constantemente: a saber, la de que "es increíble que 25 años después de la caída del muro de Berlín se siga pensando en esferas de influencia y se viole el derecho internacional".
La canciller Merkel lo dice por Rusia. Y toda una legión de periodistas, políticos y expertos siguen esa corriente, mientras apelan a echar más leña al fuego armando más a Ucrania y aplaudiendo la creación de nuevas fuerzas militares de la OTAN en Europa Oriental.
Alguien que suscriba la consideración de Merkel sólo puede ser un ignorante del mundo que le rodea, porque en todo el mundo se libra una lucha por zonas de influencia, por recursos y mercados, y porque Occidente es el primero en practicar eso violando el derecho internacional.
Todo eso lo explican con toda claridad, y desde hace muchos años, los gurús de la política exterior estadounidense, los Zbigniew Brzezinski, Henry Kissinger y sus epígonos. Es algo conocido y admitido. La ampliación de la OTAN hacia el Este no fue más que una ampliación de esfera de influencia. Todas las guerras de Occidente de los últimos años (Yugoslavia, Afganistán, Iraq, Siria, Yemen, Libia, Somalia...) se han hecho en esa clave y pisoteando el derecho internacional, ignorando o abusando resoluciones de la ONU y cometiendo crímenes que entran de pleno en el concepto de terrorismo. "Quienes dicen que la política exterior occidental y sus guerras tienen que ver con derechos humanos, derechos de la mujer, libertad o democracia, mienten", dice Lafontaine.
En Ucrania, Rusia también ha cometido acciones claramente ilegales, como apropiarse de Crimea y apoyar a los rebeldes rusófilos del Este, que no se diferencian en su forma de las que Occidente ha practicado en muchas ocasiones, aunque su contexto defensivo y reactivo (es su gente y su frontera vital) sea meridianamente claro para cualquier observador neutral.
Crimea no fue el inicio agresivo, sino la culminación de un proceso arrollador de 25 años de extensión del área de influencia de la OTAN en Europa. Hace 25 años que, primero Gorbachov, luego Yeltsin y luego Putin, han venido pidiendo aquella "seguridad europea integrada" que se firmó en noviembre de 1990 en París y se prometió al primero de ellos a cambio de la reunificación alemana. Es sencillamente increíble que la señora Merkel, y detrás de ella el grueso de los políticos europeos y los periodistas belicistas, ignoren que en Europa no puede haber paz contra Rusia, ni sin Rusia.
En todo el mundo tenemos sistemas oligárquicos que impiden la realización del interés general en beneficio del interés de pequeñas minorías privilegiadas. Con diferentes cataduras y niveles eso es esencialmente común a Rusia, China y Europa. En Ucrania hubo el año pasado un movimiento por cambiar eso, el Maidán, pero enseguida fue secuestrado y burlado por su contexto geopolítico que lo redujo a un mero cambio de figuras oligárquicas, ahora al servicio de Occidente.
La novedad en esa serie de 25 años referida es que, por primera vez, Rusia ha reaccionado con medidas de fuerza, algo que debe ser castigado porque crea un mal precedente de desafío para todas las potencias emergentes del futuro mundo multipolar, cuya emergencia no se reconoce en Occidente. Cuanto antes entienda Occidente que ya no es el amo del mundo y que hay que regresar a la diplomacia, mejor para todos. Las negociaciones de Minsk no van en esa línea.
Merkel dijo el sábado en Munich una frase reveladora, respondiendo al senador estadounidense Bob Corker, partidario de armar a Ucrania: "Ese conflicto no puede ganarse militarmente" y añadió que "esa es la amarga verdad". Si pudiera ganarse militarmente, no habría problema, pero somos pragmáticos y no se puede, por lo que hay que negociar en Minsk. Esa no es una mentalidad de paz, ni mucho menos diplomática, por eso difícilmente dará frutos.
Que esa mentalidad parta de Alemania, manifiestamente desinteresada en una guerra y objetivamente interesada en una sintonía con Rusia, es lamentable

lunes, 16 de febrero de 2015

LA UE, UNA POTENCIA PERDEDORA

 

 

EDIFICIO BERLAYMONT, SEDE CENTRAL DE LA UE, BRUSELAS

 

Los perdedores

Patricio Montesinos

Rebelión

Lejos de conseguir acorralar a Rusia, con las sanciones dictadas por Estados Unidos, los países integrantes de la Unión Europea (UE), que acataron una vez más las órdenes de Washington, son los verdaderos perdedores del frustrado cerco tendido a Moscú, a juicio de analistas políticos.

La conducta asumida por la UE volvió a poner en el tapete la desmesurada dependencia que mantiene el llamado Viejo Continente de las sucesivas administraciones norteamericanas, a pesar de ser un bloque regional que hace algunos años estuvo aclamado a detener el unipolarismo en el mundo.

Esa postura del también denominado Grupo de los 28, dicho sea de paso agobiado por una profunda crisis económica, política y social, ha rasgado su frágil unidad, y le ha hecho perder influencia internacional en momentos en que en nuestro planeta tierra ocurren cambios geopolíticos importantes con la consolidación de potencias emergentes.

Pero por si fuera poco, las pérdidas económicas de la UE como consecuencia de sus sanciones contra Rusia superan ya los 21 mil millones de euros, mientras Moscú ha visto abiertas las puertas en otros mercados atractivos, amigos y más generosos, como es el caso de América Latina y el Caribe.

El propio Ministro de Relaciones Exteriores de España, José Manuel García-Margallo, fue quien se refirió a esas profundas lesiones financieras que ha sufrido el Viejo Continente por secundar a Washington en su empeño de perjudicar al gobierno del presidente Vladimir Putin.

En declaraciones recientes, García Margallo expresó que en el caso de España, los sectores agroalimentarios y turístico han sido los más afectados por las medidas contra Rusia, lo que demuestra como la propia UE se ha auto-flagelado debido a su marcada debilidad frente a los dictámenes de la Casa Blanca.

Algunos expertos van más allá en sus análisis, al considerar que Estados Unidos ha embarcado a Europa en varias travesías nefastas que esconden el propósito de un imperio decadente que quiere mantener su dominio a toda costa, y para ello no descarta debilitar hasta a sus propios aliados, en este caso a la UE.

Y cierto, hay que recordar que los 28 se han visto implicados en costosos conflictos bélicos “Made in USA” en el Medio Oriente y África del Norte, por medio de la castrense Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Al mismo tiempo, los países miembros de la UE, incluidos jefes de Estado, han sido blanco del espionaje sin escrúpulo de los servicios de inteligencia estadounidenses, que no han tenido compasión ni siquiera con sus propios “amigos”.

Washington es hoy como lo fue el otrora imperio Romano, que no tuvo piedad con nada ni con nadie, antes de terminar derrumbándose. Esperemos que con los nuevos vientos que soplan por el Viejo Continente, la “culta” Europa acabe de una vez por todas de aprender la lección y asuma una posición independiente.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

lunes, 2 de febrero de 2015

Syriza debe ignorar las llamadas a la responsabilidad

 

 

Paul Krugman · · · · ·

 

La troika fue vendiendo una fantasía económica: los griegos han pagado el precio

Alexis Tsipras , líder de la coalición de izquierdas Syriza, se ha convertido en el primer ministro de Grecia. Es el primer dirigente europeo elegido con el compromiso explícito de desafiar las políticas de austeridad que han prevalecido desde 2010. Y habrá mucha gente que le aconseje abandonar ese compromiso, que se comporte de manera "responsable".

Pero, ¿para qué ha servido hasta ahora esa pretendida responsabilidad?

Para entender el terremoto político en Grecia, ayuda echar una ojeada al "acuerdo stand-by" de mayo del 2010 entre Grecia y el Fondo Monetario Internacional , en virtud del cual la llamada troika - el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea – hicieron préstamos al país a cambio de una combinación de austeridad y reformas. Es un documento notable, en el peor sentido de la palabra. La troika, que pretendía ser decidida y realista, iba vendiendo una fantasía económica. Y el pueblo griego ha venido pagando el precio de esos delirios de élite.

Suposiciones falsas

Las proyecciones económicas que acompañaron al "acuerdo stand-by" asumieron que Grecia podría imponer una dura austeridad que afectase poco al crecimiento y al empleo. Grecia estaba en recesión cuando se alcanzó el acuerdo, pero las proyecciones asumían que esa recesión terminaría pronto - que habría sólo una pequeña contracción en 2011, y que, para 2012, Grecia estaría recuperándose. El desempleo, asumían las proyecciones, aumentaría sustancialmente, del 9,4 por ciento en 2009 a casi el 15 por ciento en 2012, pero después disminuiría rápidamente.

Lo que realmente ocurrió fue una pesadilla económica y humana. Lejos de terminar en 2011, la recesión griega cobró impulso. Grecia no toco suelo hasta el año 2014 y, en ese momento, había experimentado una depresión en toda regla, con un desempleo total que llegaba al 28 por ciento y un paro juvenil que llegaba casi al 60 por ciento. Y la recuperación actual es apenas visible, y no ofrece ninguna perspectiva de recuperar los niveles de vida anteriores a la crisis.

¿Qué salió mal? Me encuentro bastante a menudo afirmaciones en el sentido de que Grecia no cumplió sus promesas, que no cumplió a la hora de llevar a cabo los recortes de gasto prometidos. Nada podría estar más lejos de la verdad. En realidad, Grecia llevó a cabo recortes salvajes en los servicios públicos, los salarios de los trabajadores públicos y las prestaciones sociales. El gasto público se redujo mucho más que lo previsto en el programa, y es alrededor de un 20 por ciento inferior al de 2010.

Sin embargo, los problemas de deuda de Grecia son peores que antes del programa. Una razón es que la crisis económica ha reducido los ingresos: el gobierno griego está recogiendo un porcentaje mucho más importante del producto interno bruto en impuestos, pero el PIB ha caído tan rápidamente que la recaudación tributaria general se ha reducido. Por otra parte, la caída del PIB ha hecho que un indicador fiscal clave, la ratio de la deuda en relación al PIB, siga subiendo a pesar de que el crecimiento de la deuda se ha ralentizado y Grecia obtuvo una modesta quita de la deuda en 2012.

¿Por qué fueron las proyecciones originales tan locamente optimistas? Como ya he dicho, porque los supuestamente decididos funcionarios vivían en realidad una fantasía económica. Tanto la Comisión Europea como el Banco Central Europeo decidieron creer en el hada de la confianza: es decir, pensar que los efectos directos de la destrucción del empleo causada por los recortes del gasto serían más que compensados por un aumento del optimismo del sector privado. El FMI fue más cauto, pero subestimó el daño que podía causar la austeridad.

Y aquí está la cosa: si la troika hubiera sido de verdad realista, habría reconocido que estaba exigiendo lo imposible. Dos años después del inicio del programa, el FMI buscó ejemplos históricos de programas como el griego, intentos de pagar la deuda mediante la austeridad sin quitas de deuda o inflación, que hubieran tenido éxito. No encontró ninguno.

Nada de dar lecciones

Así que ahora que Tsipras ha ganado, los funcionarios europeos harían bien en evitar dar lecciones exigiéndole que actúe responsablemente y continúe aplicando el programa. El hecho es que no tienen credibilidad; el programa que impusieron a Grecia nunca tuvo sentido. No tenía ninguna posibilidad de funcionar.

En todo caso, el problema con los planes de Syriza puede ser que no sean lo suficientemente radicales. Pero no está claro qué más puede hacer un gobierno griego, a menos que esté dispuesto a abandonar el euro, y el pueblo griego no está preparado para eso.

Aún así, al pedir un cambio importante, Tsipras es mucho más realista que los funcionarios que quieren continuar con los golpes hasta que aprendan la lección. El resto de Europa debe darle la oportunidad de poner fin a la pesadilla de su país.

Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de 2008

Traducción para www.sinpermiso.info: Gustavo Buster