lunes, 21 de julio de 2014

¿GRIETAS EN OCCIDENTE?

 

LA NUEVA CANCILLERÍA ALEMANA (BUNDESKANZLERAMT)

Esos cuatro llamados Puntos Cardinales, son algo con lo que casi nacimos, el amanecer y el ocaso, la mañana y la tarde, el principio y el final de los tiempos. Esos puntos esenciales, tienen varios nombres que se usan con diferentes significados. Algunos de esos elementos denominativos, poseen valores culturales muy conocidos y potentes y así se habla con toda evidencia de ORIENTE y OCCIDENTE, idea geográfica, desde luego, pero mucho más amplia y polisémica.

Dada la esfericidad del planeta, todo es naturalmente relativo y es Oriente para unos y Occidente para otros según el lugar en que se encuentren de la Tierra.

Pero la Historia y las Culturas o Civilizaciones, en presencia y en lucha, se han apoderado de la neutralidad geográfica y han marcado a fuego de modo indeleble determinados contenidos y valores y les bautizaron con uno de los puntos cardinales como señas de identidad. La parte del mundo basada en origen en el cristianismo y la huella greco - romana que lo envuelve, fue llamada OCCIDENTE con muchos otros caracteres y matices bien conocidos para todos.

Sin tener que profundizar en análisis históricos o culturales, tras la Segunda Guerra Mundial la humanidad fue dividida por un teatral espantajo llamado TELÓN DE ACERO inventado al parecer por el singular CHURCHILL, el belicoso dirigente inglés de la contienda contra Alemania y del acoso y deseado derribo de Rusia. La parte dominada por las lenguas inglesas y norteamericanas se autoproclamó como MUNDO LIBRE con su mercantilismo económico y su liberalismo político.

 

DOWNING STREET

La popular GUERRA FRÍA era algo muy cómodo ya que de un lado estaban los tenidos por buenos, los de la libertad ante todo y por el otro estaban los enemigos, Stalin y su herencia, Mao y su revolución cultural, allí estaban justificadas las novelas y películas de espías.

Pero el final de la URSS rompió la aburrida bipolaridad, durante bastantes años el tenido por el OCCIDENTE VENCEDOR anduvo errante a la búsqueda del imprescindible enemigo que diese cohesión a la gran tramoya y el 11 S fue un maravilloso regalo, ya tenía OCCIDENTE un adversario malvado el ISLAM FUNDAMENTALISTA Y TALIBÁN, de nuevo se podía, se debía invertir en armamento, el esquema se había salvado y América e Inglaterra podía acaudillar de nuevo la irrenunciable LUCHA O CRUZADA POR LA LBERTAD. De paso la hegemonía cultural y económica quedaba asegurada para las dos potencias nimbadas con la bendición de su DESTINO MANIFIESTO e incuestionable.

Como entorno y apoyo a los legitimados como PAÍSES JEFES, están los otros miembros de la OTAN y los integrantes de la UE todos marcando el paso de los angloparlantes.

 

SÍNTOMAS DE GRIETAS

La Guerra de Iraq, y la intervención en Libia empezaron a dibujar un cierto resquebrajamiento de las unanimidades del tiempo reciente, la fiel Alemania se distanciaba y París dudaba en Iraq.

Pero entre tanto ha ocurrido lo que el pensador político francés JACQUES SAPIR ha denominado como EL Regreso de Rusia, que ya no es la odiada Unión Soviética pero resulta que tiene otra vez bastante poder y tiende a tener más. Primero Siria y la caliente UCRANIA están sacando a la luz dudas y tendencias de independencia de los países no ingleses, hace muy poco tiempo inimaginables, el gas ruso, la guerra de Gaza la vieja cuestión cubana y otros asuntos serios del tablero mundial, hacen ver que el llamado OCCIDENTE ya nos es tan unitario sin olvidar los paulatinos abandonos del compromiso en Afganistán.

UNA GRIETA INIMAGINABLE.

Se viene diciendo, y es globalmente cierto, que lo que llamamos convencionalmente occidente, al menos desde el punto de vista del enfrentamiento político a escala mundial, es un conjunto de países sometidos y dirigidos por el conglomerado anglosajón. Pero la guerra de Siria puso de manifiesto una desavenencia impensable que no apareció en el conflicto de Iraq o en la guerra de Afganistán. Esta discrepancia consistió en una rotunda negativa del Parlamento inglés a la participación de las tropas de ese país en las operaciones de bombardeo contra Damasco y otras ciudades como, Latakia y Tartús esta última base de la flota rusa del mediterráneo. El parlamento de Londres recogiendo posiciones muy claras de la población, que no deseaba arriesgar soldados en una operación fundamentalmente estadounidense, sacó a la luz que incluso el núcleo fundamental de occidente comienza a experimentar ciertas dudas respecto a su unanimidad interna.

DE LE PEN A SYRIZA

Algo va surgiendo en Europa que no es liberal y no es invitado a los fastos doctrinales del CLUB BILDENBERG, los llaman extremistas y anti sistema, pero es el caso que desde el 25 de mayo traen por la triste calle de la amargura a los consagrados bipartidismos liberales y socialistas, ALEXIS TSIPRAS Y MARIN LE PEN no aprueban las sanciones contra Rusia y Austria ha firmado un acuerdo de gas con Putin. La sucesión de Durao Barroso y la Comisión Europea están resultando ser un guirigay, Obama debe de andarse con cuidado. Nos hallamos en el centenario de la Gran Guerra que fue también llamada  Guerra Europea, los biempensantes decían que eso de la guerra ya no es propio de la hermosa Europa, pero SARAJEVO, BELGRADO, KIEV Y SLAVIANSK ¿Dónde están?

José Ramón Montes, de GATONEGRO, Madrid 21 de julio de 2014

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jueves, 17 de julio de 2014

1914: La brutalización del mundo.

 

TRINCHERAS

 

Entrevista

Stéphane Audoin-Rouzeau · · · · ·

 

Se esperaba una guerra corta. Durará más de cuatro años y en ella cambiará todo: la estrategia militar, la psicología de los soldados, pero también el mapa del mundo y, más allá de ello, nuestra visión del progreso y de la democracia. André Burguière, periodista del semanario parisino Le Nouvel Observateur entrevista en profundidad al historiador Stèphane Audoin-Rouzeau.

Le Nouvel Observateur: Se ha dicho a menudo que los soldados de 1914 partieron en los dos bandos con flores en los fusiles. En París se gritaba: “A Berlin!” y en Berlín: “Nach Paris!”. ¿Qué debemos pensar de este lugar común?

Stéphane Audoin Rouzeau: Los historiadores –sobre todo Jean-Jacques Becker en el caso de Francia- le han hecho justicia desde hace mucho a la idea de que los movilizados partieron en medio del entusiasmo. En algunas grandes ciudades hubo manifestaciones de ardor patriótico. En las capitales y en las estaciones, sobre todo. Pero se puede uno preguntar si esas manifestaciones no eran ante todo una forma de negar la angustia que oprimía a los soldados en el momento de dejar a los suyos. En lo más hondo de los países afectados, la noticia de la guerra fue acogida con un sentimiento de consternación y también de aceptación, que se transformó progresivamente en resolución. Pero fue raro el entusiasmo. Por un fenómeno de selección o de deformación del recuerdo es cómo las manifestaciones de belicismo exaltado en el momento de la partida, puestas de relieve por la prensa y a veces filmadas, han acabado por invadir la memoria.    

Se esperaba una guerra corta, siguiendo el ejemplo de la guerra franco-prusiana de 1870, y fue larga. Al cabo de cuatro meses, el frente se inmoviliza y comienza entonces la guerra de trincheras. ¿Quién había previsto que la guerra tomara ese giro?

Los estados mayores eran conscientes de que podía ocurrir una nueva forma de guerra, y eso desde la guerra ruso-japonesa que todos habían escudriñado atentamente. Sobre todo la batalla de Mukden de febrero-marzo de 1905: de pronto, pareció que la batalla desaparecía, los ejércitos quedaron inmovilizados y enterrados. El mito de la guerra muy ofensiva y breve, que inspiraba los planes de los estados mayores en víspera del conflicto, era una forma de negar la obsesión de que se reprodujera dicho esquema. Habían visto en que se convertía un ejército que se enterraba. Y luego, queriendo evitar la trampa de enterrar a las tropas, han caído en ella. A partir de otoño de 1914, por lo menos en el oeste, se instala un interminable asedio de 700 kilómetros de largo a campo abierto. Las causas de esta inmovilización son las mismas que las de la guerra ruso-japonesa: la intensidad de fuego (el cañoneo de una artillería completamente renovada, en particular) que obliga a enterrarse.      

¿Se trata de una guerra totalmente nueva?

Los soldados se quedaron pasmados ante la potencia del fuego a distancia en los primeros enfrentamientos en septiembre de 1914, en las fronteras de Bélgica o de Alsacia-Lorena: combates extraordinariamente mortíferos. Para los estados mayores, una vez más, esta intensidad no suponía nada nuevo: la habían observado durante la guerra de los Boers, la guerra ruso-japonesa o en última instancia en las guerras balcánicas. Se atenía esencialmente a los perfeccionamientos de la artillería, al papel desempeñado por la artillería pesada en el campo de batalla junto a la artillería de campaña, al muro de balas levantado ante ellas por las ametralladoras, al aumento del alcance de las armas individuales y al nuevo poder de penetración de las balas, propulsadas por pólvora sin humo. El perfeccionamiento técnico se aceleró durante el conflicto, pero sin innovación radical, con excepción de los gases tóxicos puestos a punto por Alemania y rápidamente imitados por el otro bando. 

Por lo que respecta a la pareja “tanques-aviones”, se impone tardíamente, en el curso del año 1918. Desde entonces, los aviones, utilizados al principio para vuelos de reconocimiento o combates aéreos individuales que recordaban a la antigua caballería, al final de la guerra atacan a las tropas en tierra por medio del bombardeo o el ametrallamiento.    

Pese a la existencia de combates a corta distancia, es verdad que raros, la muerte es, por tanto, esencialmente anónima. Se asiste a una despersonalización profunda de la violencia bélica.

Los mandos tuvieron las mayores dificultades a la hora de pensar este tipo de guerra e intentaron recuperar la movilidad perdida. Pero en vano…y al precio de espantosas pérdidas. Los franceses, en particular, subestimaron el papel de obstáculo que desempeñaban las alambradas y no reconocieron más que lentamente la necesidad de moverse en las diferentes líneas de trincheras escalonadas en profundidad.

En 1918, generalizando una táctica ya aplicada en 1917 en otros frentes, los alemanes lanzan a las Sturmtruppen (de las que formó parte Ernst Jünger) para penetrar en las primeras líneas enemigas, sacándole partido a su agresividad y autonomía con el fin de desorganizar el frente adverso. Frente a esta táctica tan provechosa, los franceses se mantienen en la defensa de la primera posición, antes de admitir el principio de defensa en profundidad. En el fondo, es la recurrencia de ofensivas desastrosas la que hizo evolucionar a los estados mayores, pero al precio de la rotación de los generales en jefe…y de espantosas pérdidas humanas.   

Por tanto, la guerra ha cambiado de naturaleza. ¿Y el combatiente?

El combatiente, también. Hay una novedad antropológica en esta guerra. Se pasa del combate del “cuerpo enderezado” al del “cuerpo acostado” y escondido. En septiembre de 1914, los soldados se dejan matar cargando de pie. El equipo militar no había abandonado los colores (los pantalones rojos de los franceses seguían siendo un caso extremo). Luego, con las trincheras, se pasa al cuerpo disimulado, acostado, protegido. La retro-innovación del casco (para proteger de los desprendimientos y de la caída de rocas, y no de las balas) fue adoptada por todos los ejércitos, con excepción de los rusos. Es ésta una experiencia corporal nueva: la batalla, en tanto que experiencia de enfrentamiento muy intenso pero breve, se ve reemplazada por una violencia discontinua pero interminable.

Este nuevo tipo de combate ha configurado un nuevo tipo de soldados. Sobre todo de soldados que ya no saben moverse. En el verano de 1918, cuando los Aliados retoman la ofensiva, los soldados ya no saben avanzar y son por tanto los contingentes norteamericanos, que no han adoptado todavía la costumbre de enterrarse, los que mejor reaccionan. Eso es también lo que explica que los Aliados, pese a una superioridad técnica y demográfica aplastante a partir del verano de 1918, no hayan podido quebrantar al ejército alemán en el campo de batalla. Lo rechazan progresivamente, como un muro que retrocede, pero sin llegar a derribarlo, lo cual ha tenido su parte asimismo en el mito alemán de un ejército invicto en 1918.           

¿Por qué estos forzados de las trincheras han aguantando tanto tiempo en ambos lados, pese a algunos baches, como, por ejemplo, en 1917?

La “leva masiva” había existido desde la Revolución, pero no con la misma intensidad. Gran Bretaña, aferrada a una larga tradición de soldados de enganche. no recurrió a la conscripción más que a partir de 1916, y Australia, que envió, sin embargo, contingentes militares importantes, no llegó nunca a establecerla. La coacción del aparato militar no puede explicar por sí sola que los “poilus” hayan podido soportar tales sufrimientos durante tanto tiempo. La razón esencial de su tenacidad tiene que ver con el hecho de que se trata de ejércitos de ciudadanos con educación, salvo en el caso del ejército ruso, que no ha aguantado tan bien y ha acabado por sublevarse literalmente en el otoño de 1917.   

La escolarización, la conscripción y la lectura de periódicos, como ha mostrado Eugen Weber, han homogeneizado las actitudes y las expectativas. Han reforzado el apego a la nación. Los soldados comprenden y aceptan los objetivos de guerra de sus gobiernos. Sus motivaciones defensivas  han seguido siendo fuertes, pese al aflojamiento de 1917, y en el campo aliado se aprecia una “removilización” en 1918. Pero la experiencia de las trincheras, con sus sufrimientos y sus violencias, va a endurecer a cambio los comportamientos políticos. Se ha descrito este endurecimiento de los comportamientos como un proceso de “brutalización”, una forma de transposición en la vida política de postguerra de las representaciones y de las prácticas adquiridas en el combate: el culto del jefe, de la obediencia, de la fuerza y de la acción violenta, por ejemplo. El fascismo, el nazismo y en cierto modo también el bolchevismo son igualmente herederos de la violencia de guerra.       

Otro resorte secreto de la resistencia de los combatientes tiene que ver con los beneficios de la educación: se trata del apoyo moral que les aportó la correspondencia. En momentos de calma en el frente occidental, los soldados escriben de media una carta al día a su mujer, a su novia, a sus padres o a sus allegados. Se enviaron miles de millones de cartas por medio de un servicio postal al que las autoridades militares dedicaban la máxima atención, pues valoraban su interés psicológico. En la correspondencia no se habla ni de detalles de la guerra (censura obliga) ni de política sino antes bien generalmente de lo que han dejado atrás. Los campesinos y los comerciantes siguen gestionando sus negocios. Los padres vigilan la escolaridad y el comportamiento de sus hijos. Se habla también de amor, y mucho. Como una inmensa red inmaterial tendida más allá de los campos de batalla, estos innumerables intercambios epistolares han permitido a los muertos-vivos de las trincheras seguir siendo civiles de uniforme, animados por la esperanza de volver entre los suyos.    

Los imperios centrales (Alemania y Austria-Hungría) han perdido la guerra. Pero, ¿quién la ha ganado?

En 1918, la cuestión de la victoria queda zanjada: los Aliados han ganado la guerra de la manera más nítida y el Tratado de Versalles, impuesto sin discusión a Alemania, expresa perfectamente este predominio. Pero las primeras dudas sobre la extensión real de la victoria se revelan con bastante rapidez, pues la cuestión no estriba en ganar la guerra sino en ganar la paz: desde mediados de los años 20, esas dudas asaltan a la opinión pública de las potencias victoriosas, y no dejarán, después, de propagarse. Añadamos que la dominación de Europa sobre el mundo se ve profundamente afectada por la guerra, en beneficio de nuevas potencias, como los Estados Unidos, que forman parte de los vencedores. Su dominación colonial, que reposaba sobre una imagen de autoridad moral e invulnerabilidad, conocía sus primeros cuestionamientos por parte de los pueblos colonizados. Han asistido al enfrentamiento de las potencias coloniales, que han perdido todo su prestigio a sus ojos matándose entre ellos, y que han tenido que ir a mendigar su implicación para evitar la derrota.

Hoy en día, el problema del desenlace de la I Guerra Mundial se plantea de manera diferente: se ha impuesto el sentimiento de que la gran Guerra no dejó más que vencidos, lo que me parece bastante exacto. No queda gran cosa, en efecto, de las inmensas esperanzas suscitadas por la victoria de 1918, tal como las expresaron sus contemporáneos. De lo que más nos damos cuenta ahora es de hasta qué punto la idea de “progreso”, consubstancial a la idea democrática en el siglo XIX y a principios del XX, ha sido subvertida en profundidad por el primer conflicto mundial:  me parece que nunca ha llegado exactamente a recuperarse.    

¿1918 no es por tanto una victoria de la democracia?

En apariencia, o a corto plazo, con el hundimiento de los imperios, la victoria de las democracias parece completa: la creación de la Sociedad de Naciones constituye una suerte de transposición de esto en el plano internacional. Y en efecto, hay que reconocerlo, las democracias se han mostrado más eficaces que los regímenes autoritarios a la hora de efectuar los buenos arbitrajes que imponían las economía de guerra, repartiendo más armoniosamente la carga del conflicto entre el frente y el “frente interior”. En este sentido, su victoria es también la victoria de los valores y del tipo de régimen que encarnan.

Con todo, esta victoria ha sido de corta duración: la democracia retrocede enseguida en todas partes, hasta el punto de tomar la forma de ciudadela asediada en el curso de la década de 1930. Hay que señalar aquí varias cosas: a corto o a más largo plazo, la “brutalización” de las sociedades europeas por la guerra, por retomar el concepto evocado anteriormente, introducido por el gran historiador norteamericano George Mosse, tuvo importantes efectos en el campo político. No se puede comprender la afirmación de los grandes totalitarismos del siglo XX sin hacer referencia a la experiencia bélica: la victoria del bolchevismo en Rusia no es concebible sin referencia a la guerra, lo mismo que la brutalidad que despliega en la guerra civil, en el curso de la cual el nuevo régimen, nacido en 1917, vuelve a usar de modo intensivo todas las técnicas del campo de batalla. El fascismo italiano, ese “producto” ideológico nuevo, surge del intervencionismo italiano y de la experiencia combatiente.    

En cuanto al nazismo, es en grandísima medida una derrota rechazada tanto como una Gran Guerra que se vuelve a librar: contra el enemigo interior, en primer lugar, los judíos y los rojos, que habrían apuñalado por la espalda al ejército alemán e instaurado la República de Weimar, abandonista y, luego, contra el enemigo exterior. No se comprende nada de su energía asesina sin hacer referencia a sus raíces, que se hunden en la Gran Guerra, tal como la vivió Alemania, en sus modalidades de derrota militar no percibida y no asumida como tal. 

Los pueblos vencedores, los franceses, ingleses, italianos, ¿se dejaron llevar por la sensación de victoria?

Los festejos de la victoria que tuvieron lugar en los países aliados en 1918, 1919 o 1920, según calendarios diferentes, son indiscutiblemente fiestas espectaculares. Las escenas de alborozo podrían hacer pensar que la ebriedad de la victoria lo arrastra todo entre los antiguos beligerantes victoriosos. En realidad, y más en profundidad, las sociedades europeas han quedado marcadas por el luto masivo; un luto integrado por otra parte en la fiesta, en forma de homenaje a los muertos.    

El culto de los muertos reviste en la postguerra en Europa una intensidad sin precedentes, a escala nacional (los monumentos y los homenajes al Soldado Desconocido) como a escala local (los monumentos a los caídos erigidos en cada localidad). Domina la impresión de que las sociedades europeas intentaron, tras la gran matanza, una forma de catarsis. ¿La lograron? Lo dudo. El aspecto espectacular de la conmemoración de los muertos no significa necesariamente que haya aliviado el luto de los vivos. Este es masivo, a menudo redoblado o multiplicado. También es prolongado. Estoy persuadido de que esa huella es todavía perceptible en Francia, donde, es verdad, dos tercios de la sociedad están, de una forma u otra, de luto al concluir la guerra.   

La relación que mantenemos con esta guerra parece dar la razón a Maurice Barrès: la patria son nuestros muertos. Pero los supervivientes, ¿no nos han transmitido nada?

El legado de la Gran Guerra debe entenderse de diferentes maneras, según las generaciones. Tenemos en principio la experiencia de la primera generación, la de los combatientes, la de las familias de luto. Una experiencia a menudo callada, oculta: el libro de Jean Rouaud Les Champs d´honneur, de 1990, [Los campos del honor, Anagrama, Barcelona, 1991] muestra esto admirablemente. A continuación está la experiencia de la segunda generación, que ha vivido en esta sociedad, en estas familias enlutadas, y que ha sufrido ese silencio sin poder traspasarlo, cuestionarlo. Y luego está la tercera generación, la que plantea las preguntas, de diferentes maneras: es la mía.

En Quelle histoire. Un récit de filiation (1914-2014) quise mostrar cómo la guerra y sus traumatismos podían inscribirse en el parentesco, destruyendo, por ejemplo, los lazos de los veteranos con sus ascendientes, con sus allegados, con sus descendientes. He intentado la experiencia del relato y del análisis de un proceso de este género en mi propia familia, centrándome en mi abuelo paterno, que volvió vivo y aparentemente intacto de la guerra, pero destruido en profundidad, luego en mi propio padre, el cual, a falta de haber comprendido la guerra de su padre, se vio atrapado por la violencia del conflicto, que no sólo se desplegó en ese instante sino también posteriormente. Es lo que he terminado por comprender a través de mi labor de historiador y lo que, al mismo tiempo, le da acaso más sentido.  

Stéphane Audoin-Rouzeau (1955), director de estudios de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) y presidente del centro internacional de investigación del Historial de la Grande Guerre de Peronne, en el Somme, es uno de los máximos especialistas franceses en la I Guerra Mundial, a la que ha dedicado numerosos estudios, además de dirigir la obra colectiva Encyclopédie de la Grande Guerre 1914 - 1918 (Éditions Bayard, 2004).

Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón

Ucrania, génesis de un conflicto

 

 

SLAVIANSK 

 

 

Rossana Rossanda · · · · ·

 

 


Prensa y televisión pintan un cuadro de una Ucrania pobre pero democrática que se debatiría entre las garras del oso ruso, el cual, después de haberle arrancado la península de Crimea, querría devorarla entera. Pero la historia de las relaciones entre Rusia y Ucrania es todo menos lineal. Y Europa parece haber olvidado historia, geografía y política.

Cierto es que Europa no nació en clave antiamericana sino, dadas las dimensiones y el número de habitantes, al menos como gran mercado autónomo y  con una moneda acaso competitiva; y durante algunos años esto es lo que ha sido. Pero desde hace algún tiempo ha subrayado de modo pasmoso un papel que antaño se habría llamado “atlántico”. Ya no bajo enseña anticomunista, al haber desaparecido el comunismo de golpe, sino antirrusa. 

Hace algunos años me decía Immanuel Wallerstein que, agotados todos los enfrentamientos ideológicos, las nuevas guerras habrían de ser comerciales. ¿Y qué otro sentido darle al conflicto que se desarrolla en Kiev? Parece tener por objeto la identidad nacional de Ucrania. Excepción hecha de Il Manifesto, toda la prensa y la televisión pintan el cuadro de una Ucrania pobre pero democrática que se debatiría entre las garras del oso ruso; el cual le ha arrancado ya la península de Crimea y querría devorarla entera. Poco falta para que se defina a Rusia como un nuevo Tercer Reich. Con ocasión del 70 aniversario del desembarco de Normandía, el presidente francés Hollande fue acusado de haber invitado también a Putin a las celebraciones - como si la batalla de Stalingrado no hubiera permitido a los Estados unidos el desembarco mismo, distrayendo del norte de Europa al grueso de la Wehrmacht –, cuando al mismo tiempo había invitado nada menos que a unidades alemanas a participar en la conmemoración del primer lanzamiento paracaidista aliado sobre el pueblo de Sainte-Mère-l’Eglise.

Desde algunos días más tarde sabemos que los Estados Unidos, ni siquiera el presidente Obama sino su antiguio rival Mc Cain – han exhortado a Bulgaria, Serbia y los demás países involucrados en un proyecto de gaseoducto para transportar el gas ruso por Europa (con un trazado que evitaba Ucrania, por ser mala pagadora) a clausurar las negociaciones en curso, preferiendo un nuevo trayecto a través de Ucrania a ese otro que iría directamente por Europa occidental. Estupor y tímidas protestas de Bruselas, convencida de que se trata de una amenaza simbólica. Que se inserta, no obstante, en el marco de un cambio de las exportaciones de los EE.UU., ya dirigidas al comercio del gas de esquisto, que, por lo demás, todavía no está en marcha.

Europa teme represalias de Rusia por haber aplaudido el derrocamiento del presidente ucraniano filorruso Yanukovich a manos de las fuerzas (de la plaza Maidán) que hoy están en el gobierno en Kiev. Pero la historia de las relaciones entre Rusia y Ucrania es todo menos lineal. El principado de Kiev fue la primera forma del futuro imperio ruso, anexionado por Catalina II a Rusia hacia la mitad del siglo XVIII y que estableció en Crimea su base naval más fuerte. Su cultura, su desarrollo y sus personajes, de Gogol a Berdiaev, han estado entre los protagonistas de la literatura rusa del siglo XIX. Toda la literatura rusa queda marcada por la guerra entre Rusia, Inglaterra y Francia, que trataron de ponerle las manos encima: no hay más que pensar en Tolstoi y en la topografía de las capitales correspondientes, ricas en avenidas y arterias que la conmemoran (Sebastopol). Pero al país, que en su origen había sido recorrido, como Italia, por multitud de etnias, de los escitas en adelante, le ha costado unificarse como nación, distingiuéndose por luchas crueles y no sólo de ideales entre diversos nacionalismos, a menudo de derecha. La culminación se produjo en la I y en la II Guerra Mundial: en la primera bajo la presidencia de Petliura, nacionalista de derecha, cuando Ucrania se convirtió en refugio último de los generales “blancos” Denikin y Wrangel, con el enfrentamiento entre él y la república soviética de Jarkov. Sólo con la victoria definitiva de la URSS se consolidó la república soviética nacida en Jarkov, destinada a convertirse en los años 30 en centro de la industrialización. Industrialización desarrollada exclusivamente en el este (la cuenca de Donbás, con capital en Jarkov), mientras el oeste del país seguía siendo en su mayor parte agrícola (capital Kiev, asimismo de toda la república); y ésta sigue siendo la base del contencioso entre la dos partes del país. Luego, durante la II Guerra Mundial, la ocupación alemana concitó el favor de una parte del panorama político ucraniano, una herencia evidentemente todavía viva en los recientes hechos de la Plaza Maidán: el partido explícitamente nazi todavía se muestra activo y no es la última de las razones por las que el país sigue dividido entre la zona oriental y la occidental. Tras la II Guerra Mundial, Jruschov dio a Ucrania plena autonomía administrativa, Crimea incluida, sin ninguna consecuencia políticamente relevante, pues seguía siendo un proceso interno de la Unión Soviética.

Sólo desde 1991 y el derrumbe de la URSS, bajo presión asimismo polaca y lituana, mira el gobierno de Ucrania a Europa (y  a la OTAN) y aumenta su enfrentamiento con su parte oriental. Parece imposible que en Occidente no se haya considerado que la Unión Soviética no era sólo una fórmula jurídica: disolverla arbitrariamente y desde arriba, como ocurrió en 1991, significaba crear una serie de situaciones críticas, tanto en la cultura como en las relaciones económicas que atraviesan todo ese vasto territorio. Desde entonces no ha escondido Kiev que apuntaba a una unificación étnica y linguística también forzosa de las dos zonas, hasta llegar a prohibir el uso de la lengua rusa a los habitantes del este para los que era habitual. 

Europa y la OTAN no han dejado de apoyar las políticas de Kiev ni la insurrección, luego, contra un presidente Yanukovich muy corrupto, obligado a cortar los lazos con Moscú. Pero la zona oriental seguro que no lo lamenta: no tolera el gobierno de Kiev y su complicidad con la OTAN, pero no porque tenga nostalgia de este personaje. Se ha rebelado contra la política pasada y reciente de Kiev que ha intentado incluso impedir el uso de la lengua rusa, usada por la mayoría de la población en el este. Europa y la OTAN, apoyadas por Polonia y Lituania, afirman que no se trata de una verdadera y espontánea solución nacionalista sino de una ingerencia directa de Rusia, y así lo dicen la prensa y la televisión italianas. No hay duda de que Rusia ha querido el retorno de Crimea a su seno, pero la propuesta del este de formar una federación con el oeste, garantizando la autonomía de ambas partes, fue bloqueada por Kiev y el gobierno de los insurgentes. La decisión de votar en un referendum contra Kiev en el Este la tomó no Putin, puesto en un brete, sino la población del Este que ha votado en este sentido en un 98%. No se trata de un proceso regular (no aceptaríamos que el Alto Adigio [región del norte de Italia de lengua alemana] votase uno de estos próximos domingos su incorporación a Austria sin algún precedente diplomático negociado), pero no ha sido siquiera una maniobra rusa, como ha sostenido Europa entera. 

Es sorprendente que hasta lo poco que queda de las izquierdas europeas haya abrazado esta tesis y que no hayan tenido ningún eco en Italia las reservas de Alexis Tsipras respecto a las políticas de Brusela. Hay incluso quien evoca de modo irresponsable acciones armados contra Moscú. La deriva de los conflictos, militares también, y no solamente en Ucrania, corre el riesgo de dejar todavía más señales en una Europa que ha olvidado historia, geografía y política.

Rossana Rossanda es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso

Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón

viernes, 11 de julio de 2014

EL AGUA DERECHO HUMANO





 Infraestructuras Públicas para el derecho al agua

  
Los miedos de Aquafed, el principal lobby europeo del agua
Pablo Elorduy
Diagonal
Dos documentos enviados a la Comisión Europea por Aquafed, federación que une a Suez y Veolia, muestran su inquietud ante la iniciativa por el derecho al agua.
Hay palabras que se gastan con el uso y otras que nunca acaban de popularizarse. Si hablamos de la Unión Europea, lobby es el primero de esos casos y el neologismo “comitología” está en la segunda categoría. Dicen que el primer Conde de Romanones dijo aquello de “Ustedes hagan la ley, que yo haré el reglamento”, y eso da muestra de la importancia que tiene el desarrollo que sigue a una ley –o directiva, en el caso de la Comisión Europa–, en la que “expertos” o comitólogos, ponen la letra que acompaña a la música que propone la Comisión Europea.
Dos documentos enviados a la Comisión Europea por Aquafed, la federación internacional de operadores de agua privada, que agrupa a los dos gigantes internacionales del sector, Suez y Veolia, muestran el impacto que una Iniciativa Ciudadana Europea ha tenido a la hora de plantear cómo se gestiona y cómo se garantiza el derecho al agua en la Unión Europea. Pero la batalla del agua en Europa aún no se ha terminado, y a partir de septiembre se decidirá quién pone la letra al cambio de ritmo propuesto por la sociedad europea en una consulta sin precedentes que, a decir de Aquafed, tambalea las bases del Tratado de Lisboa de 2007.












EMBALSES PARA EL SUMINISTRO DE AGUA PÚBLICA



Dicha iniciativa, que se cerró en septiembre de 2013, llegó a la Comisión Europea gracias a que más de 1.880.000 personas de los distintos Estados europeos pusieron su firma en una campaña, Right2Water (derecho al agua), que ha obligado a las instituciones a tomar en cuenta las demandas de la sociedad civil, especialmente de la Europa central, respecto al agua. Lo que se pretende con ella, según explica Pablo Sánchez Centellas, responsable de comunicación de la Federación Europea de Sindicatos de Servicios Públicos, es conseguir una directiva vinculante que dé garantías sociales, como el acceso a un mínimo vital de agua por persona, y que ésta no se pueda cortar a personas en situación de pobreza. La Comisión ha abierto un periodo de consultas a la ciudadanía, que comenzó el 23 de junio y terminará el 23 de septiembre, que se utilizará “como base para decidir si es necesario mejorar la Directiva 98/83/CE sobre el agua y qué aspectos en particular”. De este modo, la iniciativa ha acompañado un debate de actualidad en países como Alemania, donde el Ayuntamiento de Berlín optó por la remunicipalización del agua a pesar de que tendrá que pagar cuantiosas indemnizaciones, o Grecia, donde, en mayo, el Gobierno central prohibió una consulta sobre la privatización del agua impulsada por la ciudad de Tesalónica.
Aunque no se propone un único modelo, la iniciativa recoge los casos de aumento de tarifas tras el paso de un operador público a uno privado, así como la “trampa” de los cánones concesionales, el elemento “que más limita a los ayuntamientos”, según explica Eloi Badia, de la plataforma Aigua és Vida. Cánones que han supuesto la subida del recibo del agua, por medio de la “ingeniería en el recibo”, como la califica Badia, destinada a asegurar un beneficio que ronda, según los casos, entre el 10 y el 20% de la factura y que han servido también para usar el agua “como un activo financiero” de los ayuntamientos.
Como recuerda Badia, en las elecciones del 25 de mayo, cinco de los seis candidatos a la presidencia de la Comisión se posicionaron a favor del derecho al agua. Antes, en 2013, la sociedad civil obtuvo una victoria con la exclusión del agua y el saneamiento de la directiva de concesiones. Una retirada de calado, ya que, según se calculó entonces, el 50% de las concesiones afectaban al agua. Para Sánchez Centellas, esta decisión, que fue calificada como “vergonzosa” por Aquafed, llevó al principal lobby del agua a “activar su batería de vínculos en la Comisión Europea”.
El tono es distinto en los dos documentos enviados por Aquafed a la Comisión Europea, publicados por la organización Acces Info Europe. El primero, de fecha 31 de enero, es un análisis legal de la Iniciativa Legislativa Popular, de la que dice que puede llevar a procesos “opacos y discriminatorios”. Aquafed muestra su inquietud con la Iniciativa Legislativa Popular y recuerda en varias ocasiones que “la iniciativa no crea una obligación de actuar” sino que es una mera “invitación” y que “crearía un precedente peligroso que puede suponer la desintegración del mercado interno”. Además, instó a Eureau, una plataforma técnica a atacar la iniciativa, lo que generó una fuerte controversia, y los representantes de Aquafed denunciaron que la iniciativa es un “mecanismo de los lobbies del agua pública de Alemania”.
El segundo informe de Aquafed, en febrero, es un cambio de tercio ante la exitosa trayectoria de la iniciativa. Para Sánchez Centellas, es una muestra de que “la ola les sobrepasa”. Así, el informe considera que es “muy difícil interpretar” qué querían decir los casi dos millones de personas que firmaron la declaración cuando dice que “el suministro y mantenimiento de los recursos hídricos no debe sujetarse a las reglas del mercado interno y que el agua debe excluirse de la liberalización”.
En vista de eso, Aquafed ha optado por una jugada propia de la “comitología”, en primer lugar pide la inclusión del derecho humano al acceso al agua potable y sanitaria segura en la Carta de Derechos Fundamentales de la UE, algo para lo que se necesita mayoría en el Parlamento y unanimidad en el Consejo Europeo –lo que parece difícil dada la posición de Reino Unido respecto al acceso al agua–. Además, Aquafed pide la creación de un comité de expertos o “terceras partes” para el debate en el Parlamento y la Comisión.
Pero hay otro punto de apoyo para Aquafed y es que, aunque de momento el tema del agua se mantiene bloqueado en las negociaciones del acuerdo comercial entre EE UU y la UE (TTIP, por sus siglas en inglés), su liberalización puede reactivarse en el futuro. Esto acarrearía dificultades ya que las empresas tendrían derecho a exigir indemnizaciones por beneficios no obtenidos o ­demandar en un mecanismo de solución de diferencias entre inversor y Estado a las localidades que opten por la remunicipalización de su servicio de aguas. Decisiones recientes como las del Ayuntamiento de Ermua (Bizkaia), donde la presión ciudadana terminó con la concesión a Aquarbe, del grupo Agbar, o Montpellier, donde se ha remunicipalizado el servicio, dependerían aún más de las decisiones políticas de municipios, regiones y mancomunidades para mantener en un nivel de gestión democrático un recurso común y básico como el agua