lunes, 28 de octubre de 2013

Francia: la caída anunciada

 

 

Brignoles, un triunfo del Frente Nacional en Francia

 

Hugo Moreno · · · · ·

Con la derrota de Nicolas Sarkozy, en mayo de 2012, la derecha conservadora sufrió un duro golpe y entró en desbandada. Sin embargo, la victoria del socialista François Hollande tenía un escaso margen de confianza. El voto fue contra Sarkozy, un voto de rechazo, por la negativa; un sentimiento de alivio. Pero lejos de toda esperanza, salvo en la de algunos creyentes, que siempre existen.

Los cuatro millones de votos por el Frente de Izquierda (11 %) –que luego contribuyeron a la elección de Hollande— tuvieron ese sentido. Por otra parte, la abstención, próxima al 20 %, y en particular el voto del Frente Nacional (que recogió más de 6 millones de votos. casi el 18 %), mostraron un panorama político confuso y peligroso.

En poco tiempo, el equipo de Hollande y su primer ministro, Jean-Marc Ayrault, se encargó de borrar cualquier resto de optimismo. La aplicación de una política neoliberal privilegiando el sometimiento a la “Troika” y a sus imperativos de austeridad y rigor, el alineamiento internacional con los Estados Unidos, entre otros, no permitió hacer la diferencia con el gobierno precedente.

En los hechos –y en lo esencial— Hollande apareció como una continuidad delsarkozismo, abandonando una tras otra hasta sus más tibias promesas. La ley presupuestaria 2013, con su contenido de austeridad y disminución drástica del gasto público; el pacto de competividad –caballo de batalla de la organización patronal Medef— imponiendo la baja del costo salarial; la ley sobre la Salud y la Seguridad Social, cuestionando uno de los fundamentos del Estado de Bienestar desde 1946, son algunos ejemplos. Finalmente, la “reforma” del sistema jubilatorio que prolonga a 43 años la cotización de trabajo efectivo, aprobada el 15 de octubre por 270 diputados contra 249 (la derecha UMP, por sus propias razones e intereses, y también los representantes del Frente de Izquierda) y la abstención de Europa-Ecología-Verdes –que están en el gobierno— y los Radicales de Izquierda. (Sobre la reforma del sistema jubilatorio hay que destacar la abstención de 17 diputados socialistas, que no acataron la disciplina partidaria).

Esos son solo algunos datos de un inventario mucho más largo. No resulta extraño, pues, el rápido descrédito en que se hunde el gobierno, impotente para resolver los problemas fundamentales (el cierre de fuentes productivas, la desocupación creciente, la disminución del poder adquisitivo, el deterioro de la salud pública, etc.). Resultado: en un año y medio de gestión, Hollande recoge una opinión ampliamente desfavorable, más negativa que la que tenía Sarkozy al final de su mandato, que es mucho decir. La funambulesca travesía sobre una cuerda floja deja ya adivinar una eventual caída en el abismo.

Al mismo tiempo, el FN de Marine Le Pen consolida su posición de tercer partido de Francia, con una marcada tendencia a su favor. Fue largo el camino recorrido desde 1972, cuando los grupúsculos nostálgicos del orden fascista, del Estado Francés de Pétain y de la Argelia francesa fundaron el FN. Recién en las elecciones municipales de 1983, el partido de Jean-Marie Le Pen logró un progresivo avance, influenciando sectores de la población, obreros y empleados, comerciantes, pequeños productores rurales, desocupados. Y además, fue ganando terreno en el plano político y cultural con su influencia sobre sectores de la derecha conservadora y su electorado tradicional. El duelo entre François Fillon, ex primer ministro de Sarkozy, pronunciándose por el “ni-ni” entre el FN y el PS, y su rival Jean-François Copé, jefe actual de la UMP, heraldo de una “derecha descomplejada” y que, sin reparos, asume buena parte del discurso lepenista, es un ejemplo. Si no fuera por la gravedad de lo que anda en juego, las élites políticas de las clases dominantes parecieran jugar un papel en una comedia ligera.

El fin de los Treinta Gloriosos, con su agotamiento desde los años 80 del siglo pasado, y en particular lacrisis mayor que estalló, con violencia, en los últimos años, abonaron el terreno para los argumentos –simplistas pero efectivos— del “populismo” de derechas. La vieja extrema derecha, tratando de ocultar su propio pasado con una dudosa “honorabilidad”, se presenta como el partido del orden, nacionalista, xenófobo, atizando todos los “miedos” ancestrales y actuales de una sociedad golpeada y atomizada al extremo.

La Europa neoliberal, la mundialización, la exclusión geográfica y social en zonas “periféricas”, el aumento de las desigualdades, la desindustrialización, la desocupación –11 % según las últimas cifras oficiales; mayor en realidad—, todo confluye para alimentar los temores. El miedo al “otro”, al extranjero, a los “nuevos bárbaros” que nos rodean y se aprestan a invadirnos, supuestamente. Esos temores pueden ser imaginarios, pero es así como se perciben en una franja social amplia, en particular en los sectores más frágiles económica, política y culturalmente. El rechazo al sistema político estimuló, además, el renacimiento de aquel nefasto Tous pourris (todos podridos) común a esta ideología del miedo y el desencanto. En otros tiempos y circunstancias, conviene siempre recordarlo, disposiciones de ánimo parecidas contribuyeron los suyo a generas las tremendas catástrofes conocidas durante el siglo XX.

La “lepenización” de la derecha liberal, acentuada durante el sarkozismo, legitimaron el Frente Nacional como un “partido como los demás”. Al mismo tiempo, tanto losaffaires de la UMP, que involucraron a altas personalidades del Estado, como los del Partido Socialista, desde el caso Strauss-Kahn hasta el más reciente del ministro encargado del presupuesto, Jérôme Cahuzac, aportaron agua al molino. Como es público, Cahuzac –el encargado de la gestión fiscal y de perseguir precisamente el fraude– tenía él mismo depositados 600.000 euros en una cuenta oculta en Suiza. Denunciado por Mediapart, fue el primer escándalo del gobierno de Ayrault. El ministro tuvo que renunciar y fue separado del partido. Pero el daño moral y político ya estaba hecho. Esos son los terrenos donde germinan las pestes más nefastas, y la factura siempre se paga. Por ahora, expresado con un fuerte rechazo a la política, al régimen de partidos, con la abstención. Pero también, mucho más peligroso, con el ascenso del partido lepenista. Éste saca provecho de las aguas que bajan turbias, y se postula como el partido popular antisistema. La falacia extrema es la repetida amalgama “UMPS”, o sea, todos iguales, centro-izquierda y derecha liberal.

Se agrega la denuncia contra la Europa y el tratado de Schengen, levantado como espantapájaros, supuestamente favorable a la “invasión” de los nuevos bárbaros. Poco o nada tiene que ver con la realidad, pero se martillea con la idea hasta lograr que penetre. A pocas semanas de la terrible tragedia de Lampedusa, esos propósitos resultan de una obscenidad insoportable. Sin embargo, cuando la memoria es corta, la repetición sistemática de la mentira deja su huella. Bien lo sabían los fascistas y los nazis en los años 30. ¿Cómo no iba, así pues, a difundirse en este clima putrefacto una extraña confusión, cuyo principal beneficiario es la extrema derecha? Esa misma que se rasga hoy las vestiduras, con irritante cinismo y estupefaciente hipocresía, cuando se la llama por su verdadero nombre, suyo por naturaleza y por propia elección.

En esta coyuntura, quien saca el mayor provecho es el Frente Nacional. Un reciente sondeo de la agencia Ifop para “Le Nouvel Observateur”, por ejemplo, le otorga una intención de voto para las elecciones europeas, en 2014, próxima al 24 %. Con la precaución necesaria para analizar toda encuesta –como es sabido, la “opinión pública” también se fabrica— es probable que este pronóstico no ande muy lejos de la realidad. En todo caso, el resultado reciente (13 de octubre) de las cantonales parciales en Brignoles (Var), pequeño municipio situado entre Marsella y Tolosa, hicieron aparecer una situación inquietante. Eliminada en el primer turno la lista PS, así como PCF-Frente de Izquierda, el FN se enfrentó en un duelo electoral con la derecha liberal de la UMP. Con una participación superior, el segundo turno consagró al candidato lepenista Laurent López. Éste obtuvo un 53,9 % de votos contra 46,1 % de la candidata UMP (sostenida por un “pacto republicano” que no funcionó). Se puede especular con que se trataba de la tercera elección en dos años –las dos primeras habían sido invalidadas—, con que Brignoles “no es Francia”, o con lo que se quiera; pero eso no altera el resultado ni sus consecuencias. La progresión y el enraizamiento del FN es un hecho.

El gobierno de Hollande no encuentra solución ninguna, como no sea la tentativa, huera y peligrosísima, de intentar competir con el lepenismo en su propio terreno. La polémica suscitada por Manuel Valls, el ministro del Interior, es un ejemplo. El 24 de septiembre declaró públicamente que esos “gitanos”, procedentes en gran parte de Rumania y Bulgaria, “no eran integrables, salvo algunas familias, y tenían vocación de retornar a sus países de origen”. (Vale la pena recordar que éstos pertenecen a grupos humanos nómadas establecidos hace 1000 años en Europa, y particularmente en la Centroeuropa oriental, en donde son actualmente una minoría de entre 10 y 12 millones. 20.000 han llegado a Francia en los últimos diez años; el desmantelamiento de sus campamentos, así como las expulsiones comenzaron a generalizarse en 2007). Los propósitos de Manuel Valls chocaron hasta en el propio seno del gobierno. Cécile Duflot, representante de los Verdes y ministra de Vivienda, denunció públicamente “el peligro de una ruptura del pacto republicano”. Otros tenores del PS –incluso de su dirección– también los desaprobaron; no así Hollande, que guardó un “normal” silencio, limitándose a un llamado a la unidad.

Jean-Luc Mélenchon y Pierre Laurent, dirigentes del Frente de Izquierda, los condenaron duramente, así como otras organizaciones políticas y asociativas. No era para menos, pues la estigmatización de los “gitanos” –un hecho inédito desde la segunda guerra mundial– va contra los principios del derecho internacional y del respeto a los más elementales principios democráticos y humanos. Sin embargo, estos propósitos tuvieron eco favorable en dos tercios de los franceses, según informa, entre otros, el diario popular “Le Parisien”. Ese es el clima malsano que reina en Francia en estos días.

Otro acontecimiento se sumó en las últimas semanas. El 9 de octubre, una joven de origen kosovar, Leonarda Dubroni, 15 años, escolarizada desde hacía cuatro en su región de Doubs, fue expulsada de Francia. Un destacamento de gendarmería y la policía aeroportuaria la hizo descender de un autobús escolar, reunirse con su madre y hermanos, y los embarcó en un avión rumbo a Mitrovica, Kosovo, en donde ya se encontraba el padre expulsado un tiempo antes. Revelador de una política brutal contra la inmigración “ilegal”, el hecho tomó importancia por tratarse justamente de una joven escolarizada, integrada ya en la sociedad francesa. Cualesquiera que sean los argumentos jurídicos y/o administrativos utilizados, la expulsión de Leonarda y su familia cobró una importancia nacional. Unos y otros trataron de utilizarla para llevar agua al propio molino. Finalmente, obligó a una intervención pública del presidente Hollande, ofreciendo a Leonarda la posibilidad de regresar a Francia, aunque no a su familia. A la impotencia presidencial se sumó así el ridículo. ¡El presidente de Francia ofreciendo por televisión una “escapatoria”, aberrante en sí misma, a una joven de 15 años !

El asunto fue aún más lejos. Aprovechando la ocasión, el dúo de amigos/adversarios representado por Copé y Fillon, se precipitó para poner en cuestión, nada menos, y cada quién a su manera, uno de los principios democráticos más arraigados en la historia moderna del país : el derecho al suelo. O sea, es francés quien nace en Francia. Con algunas condiciones y restricciones que fueron imponiéndose en los últimos años, ese principio se mantuvo siempre vigente. El mismo Sarkozy se negó a revisarlo cuando las tendencias duras del UMP lo presionaron en ese sentido.

Ahora, sus amigos y eventuales adversarios, lo proclaman abiertamente. Es otro paso en el acercamiento ideológico al FN de Marine Le Pen. Ésta se frota las manos y reafirma que siempre es mejor el original que la copia... En resumen, todos los ingredientes están concentrándose para un desastre. La caída estrepitosa de François Hollande le abre una amplia avenida. Por supuesto, hay motivos para inquietarse; alegrarse sería insensato.

La próxima estación serán las elecciones municipales de marzo 2014. En ellas, elFrente de Izquierda tendrá una oportunidad para afirmar su presencia y convertirse en un factor decisivo de la recomposición de una Izquierda realmente digna de ese nombre. En caso contrario, con el escrutinio proporcional en estas elecciones, puede aparecer una disyuntiva dominada por la hegemonía política e ideológica del lepenismo. Es un peligro real.— París, 25 de octubre de 2013.

Hugo Moreno es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso.

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